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4 DÍAS PARA EL 31 DE MARZO | La esquela del bombardeo de Durango que pudo con la censura franquista

Iban Gorriti

Eran dos de las personas que nunca faltaron a los actos de conmemoración de los bombardeos de Durango. Siete décadas después del ataque aéreo fascista no podían -ni como decían ellas «ni debemos faltar»- a los aniversarios porque las bombas les seguían explotando en las entrañas y era el día de sacarlo, de amplificarlo, de sin miedo -tras 40 años de eterno silencio del Estado terrorista franquista- denunciarlo.

Las hermanas Belaustegigoitia conservaban el que los investigadores consideran único documento público que durante el franquismo ‘‘acreditó’’ la masacre fascista. Una esquela que pudo con la censura totalitarista. Los historiadores coinciden en apuntar que tal vez sólo ese documento certificó de forma pública en aquellos años la muerte de numerosas personas en la iglesia de San José Jesuitak.

Las hermanas duranguesas Yone y Maitena Belaustegigoitia -a día de hoy fallecidas las dos-  lo atesoraban como acreditación de que su hermana Iciar murió víctima del bombardeo fascista en el interior del templo de la calle Kurutziaga, vía por la que entraron las bombas y por donde días más tarde entraron los afectos a los golpistas Mola, Franco o Vigón, generales que ordenaron a la aviacion legionaria italiana a masacra Durango y «sin tener en consideración a la población civil», como dejaron por escrito ahora hace 78 años.

Junto al nombre de Iciar Belaustegigoitia, aquella joven de entonces 17 años, aparecen el resto de personas fallecidas. Lo más curioso de todo es que nadie se explica aún cómo esa esquela de ‘‘Solemnes Funerales’’ publicada el 31 de marzo de 1943, seis años después de la catástrofe, pasó la censura de la época, en los años más duros de la dictadura.

Los propios jesuitas pagaron la inserción en un periódico que las propietarias del recorte no acertaban a recordar cuál fue. «Tiene mucho mérito que lograran insertarla en el periódico», valoraba Maitena Belaustegigoitia, quien agregaba que esa necrológica «ha viajado mucho, la llevado siempre conmigo en el bolso hasta a un viaje a Tierra Santa que hicimos, aquí la tengo», mostraba emocionada durante un acto de conmemoración de los bombardeos. «Esto no hay que callarlo, hay que contarlo, y que los jóvenes lo mantengan, no lo olviden», dirigía la mirada a dantzaris de Kriskitin presentes. «Ez ahaztu, mesedez!» (no lo olvidéis), les pedía levantando sus de apariencia frágiles manos.

| Vivas gracias a un botón | Las dos hermanas se libraron del bombardeo por una casualidad. A Yone -«mi nombre lo escribo con Y, como me lo inscribió mi padre», comunicaba- se le había roto un botón del vestido y se demoró en coserlo, por lo que Iciar no quiso esperar para llegar puntual. Maitena, por su parte, sí aguardó a Yone y aunque siempre iban a la iglesia de San José, por cercanía, decidieron entrar a la eucaristía de Santa Ana, único templo no bombardeado en aquel Miércoles de Pascua.

Tras menos de «medio minuto» -apuntan- de trágico bombardeo matutino -por la tarde hubo otro-, conocieron la noticia: el fallecimiento de Iciar. Las tres hermanas de la calle Bruno Mauricio Zabala eran hijas de Federiko Belaustegigoitia, uno de los impulsores de Euskaltzaindia y concejal por el PNV en Durango. Este pedagogo fue pionero en abogar por la necesidad de un euskara unificado, el ‘‘batua’’. En tiempos de la República ya tradujo varios juegos didácticos al euskara y creó material didáctico para las ikastolas. Federico perdió a su hija Iciar el mismo año en el que tras la «toma del poder del ejército de ocupación» –como denominó el régimen golpista sublevado contra la legítima Segunda República la entrada en Bizkaia– se prohibió el euskara con el denominado de forma sarcástica ‘‘Decreto de los dialectos locales’’.

Se cumplen 70 años del bombardeo de Durango

Las hermanas Maitena y Yone Belaustegigoitia mostraban en 2007 la esquela de la ‘Iglesia de San José’ rodeadas de dantzaris de Kriskitin, a quienes pidieron que no olviden lo que ocurrió el 31 de marzo de 1937. | PHOTO | Iban Gorriti

 

Lizundia | «“En Durango, la gente no es consciente de lo importante que fue Maitena y su familia»  

I. Gorriti

Maitena Belaustegigoitia Ortueta, última hija viva del impulsor de la Real Academia de la Lengua Vasca Euskaltzaindia, Federiko Belaustegigoitia Landaluze; y María Ortueta falleció el 12 de abril de 2013 a los 90 años de edad. Su misa funeral se ofició en la basílica Santa María de Uribarri de Durango. “En Durango, la gente no es consciente de lo importante que fue Maitena y su familia. Su padre Federiko Belaustegigoitia. No se reconoce”, lamenta el académico de número de Euskaltzaindia, José Luis Lizundia.

En 2002, el ayuntamiento de Laudio y Euskaltzaindia rindieron homenaje a Federiko Belaustegigoitia, y le nombraron hijo de la localidad alavesa. En aquel acto, estuvieron invitadas sus hijas Maitena y Yone, dos inseparables. Yone falleció hace escasos años. Durante el acto, aquel 20 de diciembre, la ahora fallecida se dirigió a los presentes.

Relató el sufrimiento de su familia durante la Guerra Civil y el periplo que protagonizaron. En el bombardeo matinal del 31 de marzo de 1937 sobre Durango, los fascistas asesinaron a una hermana, Iciar Belaustegigoitia, que murió en la iglesia de Jesuitas. “El único documento oficial que conservamos es una esquela de los jesuitas publicada en 1943”, recordó en Maitena en Laudio.

El 26 de abril de 1937, según especificaba, al amanecer la familia afincada en Durango se trasladó a casa de la abuela materna, a Laudio. “Han venido los pobres de Durango, nos decían en Laudio. Aquel día no hubo allí avión alguno y nos decían también, parece que nos habéis traído la paz, pero pronto tuvimos la noticia del bombardeo de Gernika”, manifestó, palabras que han quedado custodiadas en la biblioteca de Euskaltzaindia.

Tras la masacre, la familia puso camino al exilio: a Capbreton y a Kanbo. “En la estación, coincidimos con Ptxi ‘Errotakoa’, euskaldun de Laudio. ¡Aquella sí que fue alegría la de nuestro padre!”, dio testimonio Maitena. Tras Kanbo, fueron a Angelu. Allí también coincidieron con conocidos como Gavel y Lafitte, citaba. Con la llegada de los nazis, salieron hacia el franquismo por Hendaia. De Donostia viajaron de nuevo a casa de la abuela de Laudio.

“Cogimos una casa en Las Arenas, para esperar la llegada de nuestro padre, ocurrida en 1940 tras regresar de África”, apuntaba. Siete años después Federiko falleció y en 1952 retornaron a Durango. Las hermanas Maitena y Yone (“nuestro padre me lo puso así, con y griega”, solía subrayar esta duranguesa) acudían a la mayoría de actos sobre conmemoración de los bombardeos de Durango ejecutados por la aviación italiana, con el beneplácito de los militares golpistas españoles y con la entrada a la villa de los aliados de infantería como fueron los carlistas, requetés, falangistas, sección marroquí… La villa que tanto amaban fue bombardeada el 31 de marzo y los días 2 y 4 de abril de 1937.

A la familia Belaustegigoitia, ese fascismo asesinó a su hermana Iciar, de 17 años, cuando estaba en misa de San José Jesuitak. Ningún especialista se explica cómo una esquela publicada el 31 de marzo de 1943 bajo el título de ‘Solemnes Funerales’, tan solo seis años después de la matanza, pasó la censura del franquismo.

 Los franquistas, otro dato curioso, quemaron la biblioteca que el nacionalista vasco Federiko Belaustegigoitia tenía en su hogar, según ilustra Lizundia. Este académico de número de Euskaltzaindia también estuvo presente en el homenaje que Laudio hizo al euskaltzale cuando Pablo Gorostiaga estaba de alcalde de la localidad. “Hermanas Belaustegoitia –se dirigió Lizundia a ellas-, a menudo coincidimos en el pórtico de Santa María de Uribarri que tanto amáis. Sois testigo de la Euskal Herria que tanto habéis amado y del amor por todo lo que tenga que ver con el euskera. Testigos por vuestro padre y los Ortueta: Hasta la fecha hemos vivido en la misma calle. En Durango siempre ha habido apoyo a lo euskaldun. Desde los tiempos de Astarloa, las fiestas eúscaras de 1886, el primer Congreso de 1921 de Euskaltzaindia, en el que participó vuestro padre (…)”

| Pionero del partido de Sabino Arana | Idoia Estornés califica la figura de Federiko Belaustegigoitia como personalidad nacionalista vasca nacida en Laudio, en el seno de una familia acomodada, el 3 de septiembre de 1876. Hizo el bachillerato en los jesuitas de Orduña y los estudios universitarios de Derecho y Filosofía y Letras en El Escorial y en Deusto siendo uno de los pioneros del partido de Sabino Arana en cuyo Bizkai Buru Batzar ingresó en 1896, lo que “le suscitó problemas con la universidad vizcaína”, evoca Estornés.

Fue el mayor de once hermanos y el introductor del nacionalismo en su familia. Figura al principio entre los próximos a los euskalerriacos de Sota -de los que luego huye- y en la lista de la Liga de Vascos Españolistas del último Arana, como amigo suyo que era.

Desde 1907 residió en Durango, villa en la que fue concejal y no llegó a ejercer la abogacía. Puede considerársele como un ideólogo esencial del jelismo’ más depurado. Participó en la revista Euskera, en Yakintza y otras, y en el diario Euzkadi. En 1919, al crearse la Real Academia de la Lengua Vasca Euskaltzaindia fue nombrado miembro correspondiente de la misma por Bizkaia.

 

 

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