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VIAJAR CON JON BASAGUREN | El Nepal de los tristes terremotos, y el que solo se puede acceder por río

Jon Basaguren

Jon Basaguren

Hace dos años tuve la oportunidad de cumplir uno de mis muchos sueños. Fue el de vivir una aventura en el Nepal. Gracias a la expedición que organizo Ur nómada pude descender el río Karnali haciendo rafting.

Su bella naturaleza es uno de los rasgos distintivos del Nepal. No es de extrañar que sea por ello, un destino elegido para miles de amantes deseosos de admirar sus maravillosos paisajes naturales.

Muchos de estos turistas se acercan para mediante el trekking, contemplar sus grandes montañas. Destacando sobre un infinito mar de montañas el Anapurma y el Everest.

En mi viaje a Nepal, descubrí la parte del país desconocida e inaccesible para la gran mayoría de los turistas. Estuvimos en lugares donde solo era posible acceder mediante el río. Para ello era necesaria la guía de gente experta que conociese bien los secretos del río.

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En nuestro descenso parábamos en playas que se formaban en las orillas del río. Ahí era donde se montaban los campamentos. Una de las muchas cosas que nos llamaron la atención era que cuando llegábamos a esas playas no esperáramos encontrarnos con ningún ser humano; pero nada mas lejos de la realidad. En el primer momento en que desembarcábamos empezaban a llegar infinidad de niños. Provenían de lo más profundo de la selva. Incluso cuando estábamos navegando oíamos las voces que nos saludaban y no llegábamos  ver a nadie. Todos estos niños se mostraban curiosos por acercarse a ese grupo de excursionistas que llegábamos con nuestras barcas hinchables, con muchos útiles desconocidos para ellos y que llegaban hasta las orillas de sus poblados.

Estas pequeñas aldeas estaban llenas de niños. Siempre muchos niños. También de personas mayores que nos saludaban con una perpetúa sonrisa en sus rostros. Nos acogían con una taza de te en sus pequeñas y sencillas viviendas. Construidas de madera y de barro. Nos llamaba la atención la cantidad de personas que había para las escasas casas que se advertían construidas. Eran poblados tan ocultos a los que no llegaba ni siquiera una pequeña carretera. Eran zonas aisladas, de difícil acceso lo que impedía incluso la escolarización de los niños.

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El contraste con estas aldeas lo encontramos en la capital de Katmandú. Enorme ciudad a la que llegan miles de turistas para desde allí emprender diversas aventuras. Es una urbe llena de vida. Con infinidad de comercios a pie de calle, con los taxistas en bicicletas y con agobio de vendedores callejeros. Por sus estrechas calles repletas de callejones costaba caminar por la cantidad de personas que concurrían en ellas. La sensación de multitud me seguía allá donde iba. Por si fuera poco hay que añadir que el carnet de conducir en este país sirve de bien poco. La circulación de los vehículos parece que no está escrita en ningún papel. Los vehículos se mezclan con las personas, con los animales que andan a sus anchas y todos ellos conviven en un “ordenado casos”.

Katmandú es una ciudad en la que cohabitan dos religiones. Este hecho fomenta mucho el turismo cultural y religioso. Templos budistas y templos hinduistas coexisten en una misma ciudad. Edificios majestuosos con una riqueza cultural e historica incalculables. Son religiones que por sus creencias utilizan colores muy llamativos. Esto hace que sea un país lleno de colorido.

¿Tras, el terremoto, qué será de ellos?

Jon Basaguren

La noticia del primer terremoto, el del pasado 25 de abril, me impactó. De inmediato me pregunté: ¿Cuántas personas se habrán quedado bajo los escombros en esas calles repletas de gente? ¿Cuántas habrán corrido la misma mala suerte  dentro de los templos? ¿Qué será de aquella gente de las pequeñas aldeas, que ya entonces tenían pocos recursos?

¡Buah! Solo con pensarlo se me ponen los pelos de punta.

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Hoy en día con la tecnología la mayoría de las noticias nos llegan en imágenes, nos han permitido ver templos totalmente destruidos entre otras ruinas. Edificios que eran un atractivo para el turismo, lo que venía a suponer una gran fuente de ingresos para el país. También reconozco bajo los escombros aquellas calles que recorrí repletas de gente. La palabra misma lo define “catástrofe”, catástrofe natural fuera de control, en un país con pocas infraestructuras y escasos recursos económicos.

Por si no fuera suficiente, se produce otro segundo gran terremoto. Ha habido hasta la fecha hasta 60 réplicas. No me puedo imaginar una tragedia sobre otra. Los relatos de las personas que lo han vivido nos cuentan la falta de recursos humanos, la falta de agua potable de alimentos de material y de organización.

¿Qué papel me toca desempeñar ante todo este problema? ¿Cómo puedo ayudar desde tan lejos?

Son muchas las asociaciones y las iniciativas que se están emprendiendo para la ayuda a nuestros hermanos los nepalíes. Desde recogida de material a colectas de dinero.

| Debemos colaborar | Creo que depende de cada uno de nosotros ser curiosos e informarnos con quién podemos colaborar y cuál es la mejor forma de hacerlo. Ahora tenemos una vez más la oportunidad de entre todos hacer algo positivo todos juntos. No hay excusa para contribuir un poco, porque aunque no sea mucho lo que aporte cada uno, estoy seguro que allí lo agradecerán mucho.

*Jon Basaguren (Durango, 1987) es psicólogo y Networker

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