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80 AÑOS DEL PRIMER Y SILENCIADO BOMBARDEO DE DURANGO · Enigma en el paredón

 

Iban Gorriti

Si la foto fuese real, sería el testimonio más demoledor de un fusilamiento republicano; si, como parece, fuese una escenificación, retrataría la crueldad franquista y su adoctrinamiento a menores desde el horror. Ayer se cumplieron 80 años del primer bombardeo que sufrió Durango, tan desconocido como silenciado, y que dejó una instantánea que, de forma paradójica y errónea, se utiliza como icono antifascista. 

 

Fusilamientos Durango GEREDIAGA ELKARTEA

‘Recreación’ del fusilamiento republicano contra personas de derechas de Durango. · PHOTO · Zorraquín (Gerediaga Elkartea)

Hay fotografías que apremian a abrir los ojos más de lo acostumbrado. La intrigante imagen que nos ocupa y preocupa, en caso de ser real, «podría compararse a la del miliciano muerto» de Robert Capa. A ese rango lo eleva Jon Irazabal, investigador de la Asociación Gerediaga de Amigos de la Merindad de Durango. «Podría ser real. Es mi asignatura pendiente: estudiarla. Saber si esos panteones del fondo de la imagen son del 36 o posteriores», agrega. Su compañero de colectivo cultural, Jose Mari Uriarte, es más taxativo: «No hay duda. Es una escenificación».

La imagen -obra del hijo del bilbaino Mauricio Zorraquín, que fue fotógrafo amigo de Sabino Arana- es enigmática por los cuatro costados. Para empezar, el fusilamiento es a la contra de como la historia nos tiene acostumbrados. La cámara enfoca y encuadra a republicanos fusilando en el cementerio de Durango a una veintena de supuestos afines al bando de Franco. Pero, ¿y los, al menos, siete niños y niñas del lado izquierdo de la imagen que siguen los hechos subidos sobre tumbas? «Aunque fuera una reconstrucción, es desgarrador que estuvieran ahí», sentencia Irazabal.

Todo hace indicar, por lo tanto, que las mentes franquistas mostraban a los menores los terrores de la guerra, en posibles escenificaciones a modo de homenaje a los suyos de hechos ocurridos, y como adoctrinamiento a los niños. Este podría ser un ejemplo que reconstruye una efeméride ocurrida en Durango el 25 de septiembre de 1936, es decir ayer hace 80 años. Los famosos bombardeos del 31 de marzo, 1, 2 y 4 de abril de 1937 llegaron meses después.

Jon Irazabal Agirre es la persona que más ha estudiado esos meses de sangrienta contienda. El investigador iurretarra evoca lo que aconteció en aquella jornada, días previos de la anunciada ofensiva del General Mola. El 25 de septiembre, hacia las 11.00 horas, Durango y Bilbao fueron bombardeados. Aviones afines a los sublevados arrojaron en la primera villa cuatro artefactos. Una fue dirigida al frontón de Ezkurdi, donde descansaba y jugaba a pelota un grupo de milicianos y refugiados huidos de Gipuzkoa.

· Doce muertos · La bomba alcanzó la pared lateral del frontón, atravesó el muro y estalló. Causó doce muertos y varios heridos. Otro artefacto cayó en la huerta del médico Marcos Unamunzaga, y dos más en la estación del ferrocarril. Los fallecidos, todos hombres, tenían entre 18 y 32 años.

Tras el ataque, varios milicianos, posiblemente del Batallón Rusia de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), «enardecidos por las escenas de muerte y dolor que produjo el bombardeo, se dirigieron a la cárcel», relata Irazabal. En ese lugar -hoy edificio de Telefónica- redujeron a los guardias que la custodiaban y sacaron a veintidós presos detenidos por presunta afinidad con los sublevados. Trasladados al cementerio, «les fusilaron junto a una capilla, sin juicio previo que denote alguna culpabilidad y que sea merecedora de la pena de muerte».

El especialista agrega que «no conformes con estos fusilamientos, trataron de detener y fusilar a otros derechistas de Durango. Advertidos de estas intenciones, miembros del PNV y de STV alertaron y ocultaron a diversos tradicionalistas hasta la liberación».

Lugar real del fusilamiento Durango IBAN

A juicio de Irazabal este sería el lugar real del fusilamiento y no el de la fotografía. · PHOTO · Iban Gorriti

Entonces, el Gobierno vasco nombró a Julio Jáuregui como juez especial para decidir sobre estas muertes extrajudiciales. El magistrado dictó en marzo de 1937 un auto de procesamiento contra 61 personas, muchas de ellas milicianos, pero el juicio no se celebró nunca al impedirlo el desarrollo de la guerra. «En la posguerra, diversos durangueses (Juan Eskubi, Luciano Iturrieta, etc.) fueron encarcelados, y algunos de ellos fusilados, en venganza por estos fusilamientos. La paradoja es que algunos ejecutados intervinieron ocultando a los carlistas que estaban en peligro de ser asesinados», subraya Irazabal.

Testigos aún con vida de aquel fusilamiento y que no quieren dar a conocer su identidad por miedos aseguran que a los niños -como ellos eran entonces- no se les dejó entrar al camposanto de Durango ese día. Lo narran a MUGALARI en el mismo cementerio. Estos testimonios derivan a pensar que esta fotografía sea una reconstrucción de los hechos por parte de los franquistas en recuerdo a sus muertos.

· Convertido al carlismo · Quien sí pudo acceder al fusilamiento o recreación fue el fotógrafo Germán Zorraquín, ‘El viejo’, hijo de Mauricio Zorraquín, amigo íntimo de Sabino Arana. El hijo, nacionalista vasco, se casó en segundas nupcias con una carlista, Berta Belacortu, y «cambió de bando».

Tanto Irazabal como Uriarte coinciden en que la fotografía del presunto fusilamiento, cuyo negativo está dañado, es enigmática. «No deja indiferente a nadie por la presencia de los críos», coinciden. Uriarte sospecha que es un homenaje de los franquistas a sus fusilados: «Si te das cuenta, los chavales aparecen vestidos de domingo y es imposible que aquel día eso ocurriera», llama a la reflexión.

Por otro lado, es difícil que unos milicianos republicanos como los que se ve a punto de disparar en la fotografía fueran todos tan iguales uniformados por las carencias que había entonces. «Si fue el Batallón Rusia, como se cree, sí iban más uniformados», dejan en el aire, creando mayor incertidumbre. Pese a ello, Uriarte concluye que «fuera como fuera, la brutalidad es manifiesta». Irazabal, por su parte, agrega un adjetivo más a todo lo escrito hasta aquí. El de «cruel».

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