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CARTA · Al agente municipal 19 de Durango (tras la caída de un rayo en mi jardín)

José Urquizu

En Durango el pasado día 15 de agosto un potente rayo cayó en el jardín de nuestra propiedad destrozando una preciosa sequoia largamente centenaria de más de 30 metros de altura afectando también a otra de similares características y a un viejo magnolio provocando en su caída daños de consideración en un seto, puerta principal, verja, sillería y electricidad del edificio. En ese momento yo estaba a escasos seis metros con dos niños y mis tres perros. Por fortuna, nadie ni en la calle ni en la casa sufrimos daños.

URQUIZU

En estas situaciones desgraciadas es donde realmente se aprecia la calidad de las personas y a las que pretendo reflejar en este artículo. Unas te deben favores, otras quieren trabajar, otras lo necesitan y otras son, sin más, buenas o malas personas.

Como es de bien nacido ser agradecido quiero mostrar mi gratitud a toda la gente que ha respondido a mis llamadas interrumpiendo sus vacaciones, el cantero, herrero, carpintero, electricista, Joel el podador, Imanol, el viverista, a Miguel y Manolo, el bombero, que se vinieron desde Carranza con sus motosierras a ayudarme a trocear la madera, a mis vecinos, Javi y Víctor, a Julián de Alkimax que me consiguió una plataforma elevadora justo el día que se iba a Menorca y también a quienes no querrían que les mencione.

Recibí cientos de llamadas de solidaridad y cientos de personas desfilaron por aquí desde el director del Prado al más iletrado de los albañiles, pasando por Soltxu, la pescadera, José Mari, el cirujano  o Manuel  jefe de policía del aeropuerto de Bilbao. Hasta el Ejército mostró su apoyo  a través del delegado de defensa en Vizcaya y aunque rehusase sus ayudas a todos agradezco su interés y disposición.

Hubo también unos cuantos curiosos y unos pocos que se alegran con el dolor ajeno. A estos últimos un poco de paciencia que tarde o temprano estén seguros  que ya les tocará. Por contra toda la administración. En el garbigune no me dejaban desescombrar más de dos metros cúbicos por semana sin ofrecer ninguna alternativa cuando tenía desparramados más de 50.

No podía hacer fuego, de ninguna manera, aunque dispongo de terreno y agua para hacerlo con total seguridad, cuando lo realmente peligroso era dejar tal cantidad de virutas, ramas, serrín, hojas, nidos de pájaros, etc, unido al tremendo calor que estaba haciendo al alcance de un pirómano o un despistado que arrojase una colilla.

 

Necesité varios días para conseguir permiso de  poda de otros árboles y ramas que corrían «grave riesgo» de caída sobre la vía pública según los informes periciales entregados y así todo un rosario de burocracias desesperantes.

Igualmente diré que absolutamente nadie del ayuntamiento, desde su alcaldesa hasta el más estéril de sus concejales se ha puesto en contacto con nosotros, ni han llamado ni han mandado a nadie.

Personalmente no esperaba nada de ellos, conozco su desprecio y cobardía desde hace tiempo cuando asesinaron a mi padre, una persona que se desvivió por Durango ayudando a todo el mundo, pero al que no quieren homenajear porque era un gran militar, un gran vasco, con todos sus apellidos vascos y del que nos sentimos infinitamente orgullosos porque además lo hacía vaciando sus bolsillos y no los de los contribuyentes.

Pero al haber elecciones, tratarse de especies catalogadas de gran interés botánico, correr peligro la ciudadanía y algo de vergüenza ajena si pensé, aunque a mi edad se carece de la ingenuidad necesaria para creer en políticos, que quizás algunos supuestos amantes de la naturaleza, populistas o cualquiera de esos que se les llena la boca cuando no hace falta, pudiesen aparecer, pues tenían una gran ocasión.

Ese ayuntamiento al que conozco bien no sólo porque haya sido presidido por varios antepasados de un bando y otro, incluso en plena guerra civil, mientras todos huían, es un familiar, esta vez nacionalista, que de todo tenemos, el que está al frente y le costaría la pena de muerte y varios años de cárcel, si bien acabó indultado.

Ese ayuntamiento repito, que frecuento y con el que llevo más de 30 años colaborando en todo lo referente a temas culturales, casi siempre (y me duele contarlo) desinteresadamente, a pesar de su ingratitud y desinterés, debían estar muy ocupados escuchando a Melendi o eligiendo disfraz para los carnavales de Tenerife.

Desde luego no lo hago por ellos sino por amor a nuestro patrimonio artístico y a mi pueblo. Cuando Gericault pintó la «Balsa de la Medusa» no sólo está mostrando el naufragio de una fragata, está acusando al estado francés de abandonar a sus ciudadanos, está llamando desalmados e ineptos a sus gobernantes, les llama cobardes porque la oficialidad huyó en los botes salvavidas siendo recogida por el resto de la flotilla pero se negaron a socorrer a los 149 marineros (había una mujer) por considerarlos inferiores.

Tuvieron que construir urgentemente una precaria balsa con maderos en la que convivieron 15 días entre actos de locura ,desesperación y canibalismo. Solo sobrevivieron 15 rescatados por un carguero, entre ellos el médico que publicó lo sucedido.

El estado lo negó, ocultó y prohibió. lncomprensiblemente, el pueblo ,que no siempre tiene razón, se puso del lado de sus gobernantes. Gericault se entrevistó con los náufragos y pinto el lienzo que también fue prohibido porque evidenciaba el derrumbe político, militar y moral  de Francia . Hoy el cuadro está en el Louvre , lo ven millones de personas ,representa la vergüenza de aquella Francia y sus gobernantes todo el mundo sabe cómo acabaron
Aquí nuestra particular txalupa » medusa bi» o » antxoa iru» o como quiera que se llame hace agua por todos lados , nadie sabe bogar y cada uno lo hace para un lado y al pueblo parece que todavía le divierte.

En este naufragio villano solo se salvó uno, el agente 19, un municipal que varios días después apareció por mi casa y se ofreció a echarme una mano con su motosierra en cuanto acabase su turno.

Le contesté que estaba un tanto sorprendido con su actitud porque mi concepto de la policía duranguesa no era nada positivo y que además era algo generalizado en todo el municipio. Intentó sacar la cara a sus compañeros diciendo que lo sabía pero que todos no eran iguales. Por supuesto asentí pero respondí que mi documentación y experiencias eran tan contundentes que no había lugar a réplicas.

Pero igualmente se lo agradecí, estreché su mano y le dije que si algún día necesitará mi ayuda no dudase en pedírmelo. El agente 19, al que no pregunté su nombre, ni cómo pensaba ni a quién votaba se comportó como un buen ciudadano, solidario en la adversidad, que es lo que en esos momentos importaba y como un buen profesional que para eso les pagamos impuestos.

Varias veces he ido por las oficinas preguntando por él, pero nunca me han dado información. Y varias veces he dejado mi móvil para que al menos él me llame, avisarle de mi artículo y confirmar su número y aunque esto no ha sucedido yo quiero pensar que se salvó y hubo al menos un superviviente.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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