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‘Leopoldo, el último Zubiaurre’, por Jon Irazabal Agirre

ENTREVISTA CON JON IRAZABAL AGIRRE, DIRECTOR DE LA FERIA DEL LIBRO Y DISCO VASCOS DE DURANGO

Jon Irazabal Agirre

La pasada semana falleció en su casa de México Don Leopoldo Gutiérrez de Zubiaurre. Hijo de Pilar Zubiaurre, gran activista cultural y de la emancipación de la mujer en los albores del siglo XX y de Ricardo Gutiérrez Abascal, crítico de Arte bilbaino más conocido con el sobrenombre  de Juan de la Encina.

Leopoldo, nieto del músico Valentín de Zubiaurre y sobrino de los pintores Ramón y Valentín Zubiaurre, nació en Madrid en 1924 y en dicha capital transcurrió su infancia, aunque sin renunciar, a semejanza de sus ascendientes a sus raíces vascas sentimiento que reverdecía con sus periódicas estancias en Garai y Bilbao.

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Leopoldo y su esposa Mercedes García-Urtiaga. · PHOTO · Txelu Angoitia (Gerediaga Elkartea)

Los avatares de la Guerra civil, unidos al compromiso político de su madre Pilar y las fuertes convicciones republicanas de su padre Ricardo, que asumió entre 1931 y 1936 la dirección del Museo de Arte Moderno de Madrid, hoy día transformado en el Museo Reina Sofía, les forzó en 1938 a un exilio que tras su paso por Francia terminó en tierra de México. Tierra donde, tras graduarse como ingeniero químico, desarrolló sus actividades profesionales en el mundo de la petroquímica y donde configuró una familia, tras su matrimonio con Mercedes García-Urtiaga, del cual nacieron sus tres hijos Ricardo, Begoña y Pilar.

Leopoldo creció en un círculo familiar y social muy vinculado a la intelectualidad y a la cultural, tanto del exilio español como de la propia sociedad mexicana, lo que le hizo testigo de muchos episodios de nuestra más reciente historia. Ese ambiente generaría su compromiso con la cultura en general y con el arte en particular, aportando al mismo entre otros trabajos traducciones de obras como “La belleza en el arte” del suizo Rodolfo Topffer.

Retomado el contacto con su vieja Euskal Herria, a raíz del regreso de su madre en los años cincuenta, será en el año 2000 cuando a raíz del “Ezpatadantzari Eguna” celebrado en Garai en el que homenajeó a los Zubiaurre, por sus vinculaciones con los dantzaris de la Merindad de Durango, inicia Gerediaga una fecunda relación con él y su familia.

Pilar de Zubiaurre Marido e hijo Leopoldo

Leopoldo niño junto a su madre y su padre. · PHOTO · Gerediaga Elkartea

Fruto del trabajo de ambos y del ayuntamiento de Garai fue la consumación de uno de sus sueños, el traslado en el año 2002 de los restos de los Zubiaurre, tanto los de sus abuelos como de sus tíos, desde Madrid al panteón familiar de Garai donde reposan en la actualidad. No pudo ver culminados sus deseos de que reposaran también en dicho lugar los de su padre Ricardo. Problemas burocráticos aplazaron el traslado de los mismos desde México a Garai y posteriormente nuevas dificultades aplazaron “sine dei”  el mismo. Traslado que deseaba realizar con la elegancia y la dignidad que correspondía a un intelectual republicano de su talla y no “de tapadillo y al atardecer”, como se han desarrollado en aras a “no molestar” los de otros prohombres de la cultura castellana muertos en el exilio. Pero este parón no constituyó un fin de labores.

En los últimos años mediante el profundo trabajo, que con su inestimable ayuda, ha desarrollado Iker Gonzalez Allende nuestra sociedad ha recuperando la labor intelectual y de gran activista cultural de su madre Pilar, a la cual en más de una ocasión cantó en sus poemas el malogrado Federico García Lorca.

Leopoldo era muy consciente del paso inexorable del tiempo y que la responsabilidad de divulgar y conservar el legado cultural de sus familiares recaía sobre sus hombros. De que ese legado debía de ser público, para que pudieran acceder al mismo los investigadores sin restricciones.

Este compromiso generó el “Fondo Gutiérrez de Zubiaurre” que alberga el Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde se custodian los materiales correspondientes tanto a los hermanos Valentín, Ramón y su madre Pilar como los generados por su padre Ricardo Gutiérrez Abascal “Juan de la Encina”. En la misma línea de preservar los trabajos musicales de su abuelo Valentín depositó los mismos en “Eresbil – Archivo vasco de la Musica” dándole un futuro al pasado de su familia.

Su figura quedará para siempre entre sus amigos y conocidos de esta Tierra de Durango como el del ameno conversador, que a la sombra de los cipreses que se erigen en  el jardín de su entrañable Landabarrena, plantados en su día para que perduren en ellos el recuerdo de los ancestros familiares, admiraba la crestería del Anboto, como anteriormente lo habían hecho sus tíos antes de plasmarlos en sus lienzos.

Agur eta egun handira arte Leopoldo Gutierrez-Zubiaurre, Landabarreneko azken etxauna.

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