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CASTET EGUNA EN ZALDIBAR · SAGASTIBELTZA: «Yo conocí al Comandante Castet y nos enseñaron dónde le enterraron»

Iban Gorriti

El domingo, el pueblo de Zaldibar celebrará la vigesimoquinta edición del Castet Eguna. En esta localidad vizcaina, se recordará al comandante Iñaki Castet del batallón Avellaneda que falleció en combate en Santamañezar, así como al resto de personas muertas durante la Guerra Civil y represaliadas también durante el franquismo. 

Manuel Sagastibeltza es uno de aquellos gudaris del batallón Avellaneda. Este encartado residente en Santurtzi quizás sea el único vivo de aquella unidad histórica del PNV. Hoy, MUGALARI.INFI ha hablado con él. «Sí, señor. ¡Yo conocía a Castet! Era nuestro comandante. Era un hombre bueno, de estatura ni muy alto ni muy bajo», retiene sobre el delineante de Euskalduna el simpático de Manolo a sus 99 años, el 27 de septiembre cumplirá el siglo.

MANUEL SAGASTIBELTZA

Gudari Manuel Sagastibeltza. · PHOTO · Iban Gorriti (Mugalari)

Sagastibeltza formó parte del Avellaneda y según avanzaba la guerra fue derivado al Muñatones. «Castet era de la Encartaciones, como yo», explica y acierta porque el comandante era de Gueñes, localidad en la que a esta unidad se le asignó el número 38 de los batallones del Ejército de Euskadi y tuvo su cuartel general. Se formó en el mes de septiembre de 1936.

Habla Manuel, uno de los cuatro hermanos Sagastibeltza que fueron gudaris en su casa. «Recuerdo que nos enseñaron dónde enterraron a Castet, pero ahora no podría indicar dónde en Zaldibar», aporta quien hace catorce meses se rompió un fémur y agradece a los zaldibartarras que se recuerde a su batallón y comandante. «Me parece muy bien que hagan el homenaje. Les estoy muy agradecido», enfatiza a este periódico.

Castet Comandante copy

El comandante Castet. · PHOTO · Intxorta 1937

Hijo de Manuela Negrete y de José Sagastibeltza, matrimonio nacionalista vasco labrador de Karrantza, nació por casualidad en Gijano (Burgos). “¡Fue un accidente nacer allí!”, insiste el gudari del batallón Avellaneda, más adelante Araba. Fue el quinto de siete hermanos: cinco varones y dos mujeres: Lola, José María, los gemelos Francisco y Tomás, él, Julia y Ramón.

Cuatro hermanos fueron gudaris del Avellaneda, del PNV. “No soy afiliado al PNV, pero como si lo fuera. Sí fui de los gaztetxus. Pagaba 25 céntimos. Por ser monaguillo conseguía 10, y con lo que me pagaban iba pagando”, se ríe. Poco duró la sonrisa. Detonó la Guerra Civil tras el golpe de Estado. Tras la ofensiva sobre Bizkaia del general Mola, este murió en un accidente de avioneta. “Yo no era de beber alcohol y, al saber que había muerto, con todo el dolor causado, me eché unos tragos de coñac. ¡Cómo lo celebré! ¡La madre que lo echó a Mola!”, levanta la voz.

Primero salieron a la batalla sus hermanos mayores. Uno de los gemelos fue alcanzado por una bala en Bizkargi. Le atravesó el pecho, pero se recuperó. Manolo fue requerido ya en Peña Lemona, Sollube. El capitán del batallón envió a los dos más jóvenes al puerto de Santurtzi a cargar gabarras con tomates y arroz. De allí, los mandaron a Laredo. Se encontró con sus hermanos en Las Nieves (Cantabria). “¡Lo que lloramos!”, agrega. Llegaron a Limpias, donde les dijeron que “teníamos que tirar los fusiles ante un general de la Guardia Civil. ¡Lo que nos dolió hacerlo…! El guardia nos dijo: para ustedes ha acabado la guerra. ¡Sí…!, en realidad, empezaba”.

Sagastibeltza Moreno

Los gudaris Manuel Sagastibeltza y José Moreno, ambos vivos a día de hoy. · PHOTO · Iban Gorriti (Mugalari)

· Esclavo de Franco ·  No fue internado en El Dueso. Les retuvieron durante días en unas carpas, y de allí fueron al batallón de trabajadores (de esclavos) en tren de mercancías a Ametzola y a Abando. Y de allí al campo de concentración de San Juan de Mozarrifar, hoy barrio rural de Zaragoza. “Resulta que allí también estuvo el gudari José Moreno, pero lo he sabido ahora”, subraya hablando maravillas del risueño fusilero del batallón San Andrés de STV, residente en Portugalete. Allí, los fascistas españoles le quitaron sus fotografías y el dinero. Sus siguientes destinos fueron Villaespesa y Villastar, en Teruel. “Con nosotros estaba el Orfeón de Ondarroa. ¡Cómo cantaban el Boga boga! Y un pelotari que se dejó ganar un partido y por dinero ganó la revancha a los chulos que se hacían llamar nacionales“.

En otro enclave, los lugareños les daban un poco de pan con morcilla. Un gudari bajaba al pueblo a por ello. El día de su cumpleaños, volvió más “alegre” -apunta Manolo- de lo normal y “soltó un Gora Euzkadi askatuta!“. Le costó la vida. Un guardia civil llamó al jefe y les hizo formar a todos al día siguiente a las siete de la mañana en forma de U: cada batallón de esclavos en un lado. El gudari, imaginando lo que iba a pasar, entregó su cinturón y cartera para que lo entregara un amigo del pueblo a su madre. Comenzó a hablar y un guardia le tapó la boca. Los fascistas formaron un piquete y le pegaron un tiro. “Cayó, se levantó, volvió a caer… y el jefazo lo puso boca arriba y lo remató con un tiro en la frente. Muchos se desmayaban y tú no podías ayudarles. Quietos. Por ello, a la hora de comer, dimos vuelta a nuestros platos uno por uno. Tres días estuvimos sin comer. Lo que hacíamos era coger raíz de regaliz y beber mucha agua”.

Tras Toledo, en Sigüenza (Guadalajara) cogieron piojos, como más tarde en Melilla. Antes, en Madrid les obligaron a limpiar la estación del tren del Norte. En Villalba tuvieron que arreglar las vías del ferrocarril que llevaban hasta El Escorial. Y en Las Matas, como engaña el nombre, pensó que “me mataban”. Durante el rancho, un escolta le dijo que fuera a una hora a un lugar. “¿Qué iba a esperar?”. Pero no, “me eligieron para trabajar con un carpintero, fue mi mejor mes. ¡Cómo me daban de comer!”.

En Gasteiz le dijeron que le llevaban “a África, y vinieron mis padres a visitarme. Fue muy emocionante”. De allí a Málaga tardaron día y medio en tren. Y en el barco Vicente Puchol pasaron a Melilla con “un oleaje que para qué…” En el trayecto, tres barcos ingleses les interceptaron el paso. “Ahí sí que creímos morir, pero no. En tierra, nos llevaron en tren a Segangan donde se nos secaron las ropas mojadas por el “terrible oleaje”.

· Dificultades · Con los piojos, ponían un papel en el suelo, se los quitaban y los dejaban sobre la hoja”. Dábamos fuego por las esquinas, y cómo explotaban los cabrones”, se ríe pícaro. Tras tres años preso, logró la libertad provisional en junio de 1940. Le obligaron a presentarse en su ayuntamiento a sellar un papel que aún conserva. Gracias a un salvoconducto de un falangista no tuvo problemas con los guardias civiles de Karrantza que le fueron a buscar por no haberse presentado en el cuartel. “A mí me dijeron que en el ayuntamiento”, y mostró la credencial. “Casi me mandan de nuevo a batallones”, lo dice quien años antes repartió propaganda para que ganaran en las elecciones José Antonio Aguirre Lekube, Heliodoro Latorre Larrinaga y Julio Jauregi Lasanta. “En una ocasión, tuvimos que correr por la guardia de asalto y perdí una txapela nueva”, recuerda.

A Aguirre le vio en el hoy Hotel Carlton de Bilbao, sede del gobierno. “No ha nacido ni nacerá un hombre más sano e inteligente que Aguirre. ¡Todos los partidos lo querían!”, dice quien trabajó en Altos Hornos de Vizcaya y se casó con Eugenia Rozas. Tuvieron dos hijos. “¡Mucho hablan de ETA, que lo hicieron mal, pero el peor terrorismo fue el de la guerra y franquismo!”, da la razón a su colega, el gudari Moreno, y concluye con sorna: “Yo no temo a la muerte, aguanto hasta que llegue segando y me diga: Manolo, vamos“.

 

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