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Etxerat presenta mañana un documental con testimonios de Lutxi Mintegi y Roberto Palacios en Plateruena

Etxerat presenta mañana en Durango dos vídeos durante una conferencia sobre lo que supone la política de dispersión en personas mayores o enfermas. En uno de los audiovisuales que se proyectarán se podrán conocer los testimonios de una madre y un padre de Durangaldea con hijos presos: Lutxi Mintegi y Roberto Palacios.

En el otro, hablan profesionales sanitarios. El acto bajo el título Dispertsioaren Hegiak: Adineko pertsonak eta dispertsioa dará comienzo mañana a las siete de la tarde en Durangoko Plateruena Kafe Antzokia.

 

Dispertsioa

Entre los testimonios, el público podrá escuchar testimonios como el siguiente: «Si estuvieran aquí sería diferente para todas y todos, también para mí por la enfermedad que padezco», declara Lutxi Mintegi. Roberto Palacios, por su parte, asegura en el vídeo que «Ana Mari quiere ir semanalmente a visitarle, pero no tenemos dinero suficiente, visto mi sueldo».

A continuación publicamos un texto de Etxerat sobre la charla:

«La política de dispersión es parte de la actual política penitenciaria, que se aplica sistemáticamente contra las y los presos vascos desde hace 30 años. Lejos de limitarse al alejamiento y a todo un conjunto de medidas de excepción, es una bomba de onda expansiva que alcanza de lleno más que a los propios presos, a sus familiares y amistades. Nos obliga a recorrer larguísimas distancias para poder verles y, de esa manera, condiciona física, psíquica y económicamente nuestras vidas.

La política de dispersión es un arma de doble filo: o nos mata o nos agrede. El daño está asegurado. Afecta a un amplísimo espectro de la sociedad vasca y, dentro de él, a personas de diferentes edades, sexo, clase e ideología. Diferencias que poco importan cuando lo que se está vulnerando son derechos humanos que como personas nos corresponden y se nos están negando. Ese es el ámbito en el que Etxerat trabaja sin descanso como asociación que agrupa a familiares, amigas y amigos de las y los presos y exiliados vascos.

A día de hoy, hay más de 285 presas y presos vascos en 74 cárceles de los Estados español y francés, y tanto sus familias como sus amigos y amigas están obligadas a vivir esa dispersión de igual manera. Entre quienes sufren directamente y en toda su crudeza las consecuencias de la dispersión, hay un colectivo especialmente vulnerable: el de las personas de edad avanzada y aquellas imposibilitadas por razones de enfermedad.

Familia y dispersión, palabras que deberían estar separadas por un abismo y, por desgracia, no lo están. Abismos kilométricos son los que nos separan de nuestros hijos e hijas, nietas, sobrinos, etc. presos. Estas personas de edad avanzada y aquellas que están enfermas son familiares contra quienes se dirige esta política de excepción que durante 29 años está marcando a diferentes generaciones. La gran mayoría cargamos con el peso de entre 10 y 30 años de viajes forzosos y continuos, largos y costosos en todos los sentidos. Las limitaciones que impone la edad avanzada, unidas a una situación que ha desgastado nuestra salud por tanto viaje, nos acercan al momento más temido: la renuncia obligada a visitar a nuestros hijos, nietas, etc.

La dispersión pesa sobre todos y cada uno de los lazos familiares y de amistad del preso o la presa. Esta es una realidad tan trágica como innegable y nuestro colectivo no es una excepción. Es un claro ejemplo de cómo la dispersión vulnera de forma flagrante el derecho a la vida familiar y el derecho a la salud.

El viaje a una prisión no tiene ningún parecido con un viaje de ocio o de trabajo. No está en manos de los familiares y allegados de las y los presos vascos elegir el destino del viaje, el horario más adecuado para realizarlo, ni los medios más cómodos. Hay que recorrer obligatoriamente un trayecto muy largo y hay que hacerlo en el plazo de tiempo del que se dispone. No hay opciones. Se viaja, por lo tanto, en condiciones y bajo circunstancias que, por si solas, generan nerviosismo e imprimen presión a los viajes y no sólo en el trayecto sino también en los días precedentes. Lejos de tratarse de situaciones ocasionales, son situaciones que se repiten periódicamente a lo largo de muchos años y las secuelas son inevitables y graves».

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