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‘Las terrazas de la Edad Moderna’, por el historiador elorriarra Igor Basterretxea Kerexeta

 

Igor Basterretxea

Igor Basterretxea Kerexeta

· Historiador

Tal vez, lo primero que debamos hacer para conocer exactamente el significado de la palabra logia desde el punto de vista arquitectónico sea dirigirnos al Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española). Allí nos encontramos lo siguiente: “Del italiano loggia. 4. f. Arq. Galería exterior con arcos sobre columnas, techada y abierta por uno o más lados”[1].

Logia palacio Arespakotxaga

Logia del palacio Arespakotxaga. A un clic de la Aventura

De todas maneras, en lo que al recorrido histórico de la palabra se refiere y para entender también su estrecha relación con las sociedades masónicas, la logia era esencialmente el lugar donde trabajaban los masones –maçon significa obrero (cantero) en francés- mientras construían las catedrales en la Edad Media. Dicho espacio se situaba al lado de la catedral y tenía varias funciones: primeramente, servía como obrador donde se guardaban las herramientas y elementos de trabajo al terminar la jornada; también era utilizado como refugio para que los albañiles y canteros se refugiaran a comer al mediodía y/o durmieran la siesta y, sobre todo, cuando hacía mal tiempo, principalmente el invierno, daba la opción de trabajar bajo techo.

Como es sabido, la villa de Elorrio es muy rica en lo que a patrimonio artístico se refiere y dentro de éste se encuentran, cómo no, sus magníficos palacios. Aquellos mandados levantar entre los siglos XVI y XVIII por algunas de sus familias más adelantadas en el comercio internacional, mayormente de hierro manufacturado, y en el desempeño de cargos administrativo-políticos a nivel estatal[2]. Palacetes que, junto a las casas solariegas de las mismas familias, son a su vez los responsables del número tan elevado de escudos que la villa posee[3]; de sus impresionantes fachadas, adornadas con severas puertas y ventanas; de sus exquisitos aleros y canecillos en madera; y -llegamos al elemento que nos interesa- de sus llamativas logias, lógicamente orientadas hacia el sur o el sureste, dependiendo de la ubicación del palacio, para poder disfrutar el mayor tiempo posible de la luz solar.

El listado de las mismas es largo, comenzando -en orden cronológico- por la del palacio Arabio, de fines del XVI; y continuando por las de los palacios del clan Arespakotxaga (Arespakotxaga -a secas-, Arespakotxaga-Azkarraga y Arespakotxaga-Andueza), Zearsolo, Lekerika-Otsa, Beitia (Aldapebeitia), Urkizu (Tola) e Iturri -todas ellas del siglo XVII-; para finalizar con algunas -que sólo mantienen el hueco-, como la de Lariz, también del XVII, y la de Otsa-Lekerika, en esquina, del siglo XVIII. Es por ello que, para no alargarme en exceso, de todas ellas me centraré en aquellas que por un motivo u otro considero más singulares.

Las logias más originales

 La logia del palacio Arabio

El palacio que la alberga fue levantado entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII sobre la primitiva casa-torre de los Otsa. En la fachada principal del edificio lo primero que llama la atención es su curioso escudo de armas, el cual, labrado en mármol blanco y coronado por un angelote, fue mandado añadir en la segunda mitad del XVII por el capitán y comerciante intercontinental de hierro manufacturado Agustín de Arabio. Agustín, en ese mismo tiempo, también colocó otro escudo -exactamente igual al mencionado- en su casería de origen, sita en el barrio homónimo a su apellido[4], donde hoy día aún se conserva.

Arabio

Logia del palacio Arabio.

En lo que respecta a su parte zaguera, a poniente, como asegura Ana Isabel Leis: “La importancia del palacio radica, no obstante, en una intervención que tuvo lugar a finales del siglo XVI”[5]. Y es que parece ser, década arriba abajo, éste el momento en que se levanta su logia: uno de los espacios más especiales de la villa que, lamentablemente, hoy en día se encuentra medio escondido detrás de la postmodernista casa parroquial -ubicada en lo que antiguamente fuera la huerta y jardín del palacio- y el edificio que alberga el cine -que ocupa lo que en pleno siglo XVII fue el solar urbano (parte del palacio y terreno trasero) de los Berrio-[6]. Sin duda, esta logia doble superpuesta es uno de los ejemplos manieristas más elegante y soberbio de cuantos se conservan en Bizkaia, sin tener nada que envidiar a otros casos castellanos[7], extremeños o andaluces. Se trata de una magnífica galería de doble arcada: en su cuerpo bajo arranca con columnas jónicas sobre las que vuelan tres arcos de medio punto, después una cornisa de dentellones separa esta planta de la superior y en ésta las columnas, ahora de orden corintio, dan paso a tres arcos rebajados con molduras de placas lisas escalonadas. Por último, una nueva cornisa vuelve a repetir los dentellones que se combinan con otros motivos decorativos.

En su planta superior, la galería se encuentra abierta a un lado -concretamente a la derecha del espectador- por medio de otro arco rebajado apoyado en columnas corintias, pero, por si todo el conjunto no fuera suficientemente espectacular, en dicho costado emerge una más que curiosa y grotesca figura humana -gárgola- a modo de vierteaguas[8].

La logia del palacio Arespakotxaga

El palacio, finalizado en 1641-como bien indica la fecha tallada en piedra sobre la pequeña puerta de acceso al jardín-, fue el mejor regalo de bodas que Martín de Arespakotxaga, también mercader internacional de hierro manufacturado, pudo hacer a María Josefa de Arriola el mismo año que contrajeron matrimonio[9].

En su fachada trasera, abierta hacía poniente, sobresale una espectacular galería de cuatro arcos de medio punto sobre columnas de estilo toscano. Dicha logia, muy famosa en su momento por ser emblema turístico estatal[10], hoy en día continua sin dejar indiferente a nadie. Y es que su imagen, pegada a uno de los antiguos arcos de entrada a la villa -adornado con el escudo de los Reyes Católicos- y trasfondo del crucero y la fuente de Santa Ana[11], se convierte en una verdadera postal intemporal de la Historia Moderna elorriana.

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Cartel: ‘España. Elorrio. Vizcaya’. Todo colección

La logia del palacio Zearsolo

El responsable de su construcción será Simón de Zearsolo, mercader y socio en una compañía -creada en Sevilla- con otros dos elorrianos: Diego de Urkizu y Domingo de Lariz. Precisamente, con el dinero que gana gracias a las compañías de hierro, pide a su socio y amigo Diego de Urkizu -administrador en Elorrio- que le compre dos casas en Elorrio, una de ellas en el arrabal de Suso, sin duda la que transformaría acto seguido en el palacio de su apellido. Palacio que, junto a la casa adosada de los Larreategi, llega a mediados del siglo XIX a los marqueses de Casajara. Pero no será hasta el año 1934, cuando José María de Unzeta y Berriozabal-Beitia, VII marqués de Casajara, decida derribar la casa del “Víctor” (Larreategi) y realizar un grandioso añadido[12] unido al palacio levantado en la segunda mitad del XVII por Simón de Zearsolo[13].

En la fachada zaguera, orientada a poniente, el elemento más significativo es la galería, abierta en la planta noble, definida por tres arcos de medio punto sobre columnas de orden toscano.

La logia del palacio Lekerika-Otsa

Logia palacio Lekerika-Otsa

Logia del palacio Lekerika-Otsa.

El palacio se lo debemos a Domingo de Lekerika -vaya, otro importante mercader-, quien hereda el solar de su suegro Domingo de Ossa -Otsa- y Urkizu y continúa y finaliza las obras comenzadas por aquel, haciendo frente a los pagos que quedaban, que no eran pocos. En su fachada principal los elementos más sobresalientes son el elegante balcón que corre de lado a lado su primer piso, muestra del excelente nivel que alcanzaron los artesanos de la forja del hierro en la localidad en aquel tiempo de grandes construcciones; y su escudo, soportado por dos figuras de hombre y mujer desnudos con cuerpos de sirena.

En lo que respecta a su fachada contraria, la que mira hacia mediodía, está dominada por una airosa galería de doble pórtico superpuesto, con cuatro roscas de medio punto sobre columnas toscanas en la parte inferior y otros cuatro arcos de medio punto más rebajados, igualmente sobre columnas toscanas, en la parte inferior.

Con un poco de imaginación

En ellas aún hoy, con algo de creatividad, podemos imaginarnos desde a Simón de Zearsolo hasta a Antonio de Beitia, pasando por Agustín de Urkizu, Domingo de Lekerika, Agustín de Arabio, Domingo de Lariz o Pedro de Iturri -entre otros muchos- en alguna de sus improvisadas y sosegadas reuniones en las tardes de verano, mientras trataban sus diferentes o conjuntos negocios y todo lo que con aquellos -la colocación de sus familiares o las noticias de las remesas desde Sevilla, Cádiz y América- tuviese que ver.

Y para hacerlo más agradable, alrededor, porque no, de una excelente botella de “Pedro Ximénez de Montilla”[14] y un buen plato de exótico chocolate, resultado del cacao de las Indias. Desde luego, si alguien en aquellos tiempos en Elorrio se podía permitir aquellos lujos, ésos eran ellos.

 

 

[1] https://dle.rae.es/

[2] Para más información sobre estas familias: Vid. Igor Basterretxea, Hierro y palacios. Elorrio-Sevilla. Mercaderes elorrianos en Sevilla durante los siglos XVI y XVII. Bilbao, 2004.

[3] Jaime de Kerexeta en su obra Linajes y caserías de Elorrio (1983) contabiliza 69 escudos, número que todavía hoy se sigue repitiendo en múltiples publicaciones -investigaciones y artículos-, a pesar de que, desde entonces, algunos -dos que sepamos fijo- y por diferentes causas, que no cabe analizar en este artículo, han desaparecido o trasladado.

[4] Barriada de Arabio -actualmente, Aramiño-. La casería hoy es una casa-rural.

[5] Ana Isabel Leis Álava, “Arquitectura residencial culta en la villa de Elorrio” en Ondare, n.º 24, p. 63. San Sebastián-Donostia, 2005.

[6] Igor Basterretxea, Hierro y palacios. Elorrio-Sevilla. Mercaderes elorrianos en Sevilla durante los siglos XVI y XVII, pp. 96-109. Bilbao, 2004.

[7] Recuerda a la más que interesante logia, también renacentista, de la Casa de Miranda en Burgos capital.

[8] Igor Basterretxea, Hierro y palacios. Elorrio-Sevilla. Mercaderes elorrianos en Sevilla durante los siglos XVI y XVII, p. 61 y p. 153. Bilbao, 2004.

[9] Igor Basterretxea, La sociedad elorriana del siglo XVII. Ejemplos de vida cotidiana en una villa moderna del Duranguesado, pp. 17-24. Bilbao, 2009.

[10] Imagen, junto a la torre de la basílica de fondo, de un cartel promocional de la subsecretaría de Turismo de España en 1965. Y también del 1er Congreso Nacional de Arquitectura Regional que se celebró en la villa entre los días 3 y 9 de octubre del mismo año. Principalmente, debido a que Juan de Arespacochaga Felipe, descendiente lejano de la villa, fue en esos años director general de Promoción del Turismo, primero; y presidente de la empresa Nacional de Turismo, después. Finalmente, también, último alcalde no democrático de Madrid entre 1976 y 1978 y senador ya en la transición.

[11] Igor Basterretxea, Elorrio, punto de encuentro. Bilbao, 2006. Arco gótico, parte de la muralla medieval, de fines del XV; crucero de término renacentista, de comienzos del XVI, y fuente neoclásica del XVIII.

[12] Al arquitecto Joaquín de Irizar se le encargó levantar, hacia el cantón de Elizburu, una nueva fachada de estilo neoclásico -con su escudo, reproducción del antiguo de Zearsolo, aunque actualizados los cuarteles de los apellidos, y su portada-, hoy considerada principal. Mientras la fachada principal de la casa de los Larreategi, pegante al palacio Zearsolo en la calle Berrio-Otxoa y con la inscripción en letras rojas “Don Diego de Colón y Larreategui, año 167 -último número de la fecha hoy cortado por un vano, aunque parece sería un 2 o un 3- Victor”, pasaba a convertirse en fachada lateral trasera, hacia el jardín, de la nueva ampliación.

[13] Como acertadamente se comenta en Monumentos Nacionales de Euskadi, Tomo III-Vizcaya, 1985, p. 154: “Aunque de siempre se ha querido unir el origen del palacio con la figura de Manuel Plácido de Berriozabal-Beitia, ilustre personaje dentro de la administración de las colonias en América a finales del siglo XVIII, la obra parece anterior y apunta al XVII”. Aun así, el estudio no aporta quién mandó construir el edificio en el XVII. Pero hoy sí podemos asegurar que el verdadero artífice del palacio no fue otro que, nuestro mercader elorriano en Sevilla, Simón de Zearsolo.

[14] El soldado Pedro Ximénez durante su estancia en el Imperio observó la elaboración del vino por medio de esquejes de uvas alemanas y, a su vuelta a la península, hacía 1604 ideó un vino blanco andaluz basado en aquel.

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