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¿Cómo escuchar a una persona que lo está pasando mal para ayudarle?

JON-FERNANDEZ

Jon Fernández

BÁSICA MENTE · Aunque las personas somos seres sociales y estamos en constante contacto con los otros, es rara la ocasión en la que traspasamos la primera capa superficial en una conversación y nos adentramos en las profundidades. Somos muy buenos en el juego de la cortesía y las palabras fugaces, en el hola-qué-tal-bien. Al fin y al cabo llevamos toda la vida haciéndolo.

Hay muchas razones por las que no abrimos nuestro corazón en el pintxo-pote. La primera porque el material que llevamos dentro, sobre todo el que duele, es sensible y delicado y si lo sacamos en mitad de un bar a lo mejor se ensucia y se estropea. La segunda y más importante es porque es extremadamente complicado encontrar a una persona que sepa escuchar con sensibilidad y respeto.

¿A quién no le ha pasado? Algún amigo o amiga se acerca y te sorprende sincerándose con algo que le está afectando intensamente. Quizá lo llevase dentro desde hace días o puede que meses, pero hoy, por lo que sea, le ha rebosado el vaso y ahí estás tú escuchando con una mezcla de agradecimiento y pánico el sufrimiento de ese ser querido. ¿Qué hago? ¿Qué tipo de respuesta puede ayudar a esta persona en su dolor? ¿Cómo puedo escucharla sin verme arrastrado yo también por la riada de sus emociones?

Me dedico a la terapia psicológica desde hace unos pocos años y estas también han sido mis grandes preguntas. Desgraciadamente, y aunque resulte difícil de creer, en la carrera de Psicología no te enseñan a crear relaciones de ayuda, así que yo mismo busqué las respuestas:

Existe un tipo de relación en la que las personas se desarrollan, maduran, son más independientes y creativas, se aceptan más y en definitiva mejoran su salud mental.

¿Cómo puedo crear este tipo de relación en mi casa o en mi trabajo? Parece que esto depende de que la persona que está escuchando lo haga con unas actitudes determinadas. Se pueden resumir en estas tres:

  1. La persona que escucha es auténtica: Esto significa que la persona que escucha está en contacto con sus propias emociones y su expresión es coherente con lo que siente. No se esconde detrás de una fachada. No es falsa, al contrario, es digna de confianza porque se muestra con tal y como es.
  2. La persona que escucha acepta: Reconoce a la persona a la que escucha como digna de valor más allá de sus sentimientos o conductas. Respeta su camino y las formas en las que ha sobrevivido a pesar de sus dificultades. No juzga ni valora lo que oye, no etiqueta de “bueno” o “malo”, solo siente un cálido reconocimiento por su lucha. Esto es fundamental porque si nos sentimos juzgados tenderemos a ocultar lo que pensamos que no va a agradar, y por lo tanto solo mostraremos una parte sesgada de nosotros mismos, la “buena”.
  3. La persona que escucha desea entender: Se adentra en el mundo del que habla para intentar captar con exactitud lo que está viviendo en su interior. Cuando la persona que escucha realmente llega a comprender los sentimientos que el otro siente como vergonzosos, humillantes, confusos o dolorosos y solo cuando los acepta sin intentar cambiarlos, con respeto por su historia vital, el otro se siente capaz de explorar sus rincones más oscuros, a encararlos y a dejarlos atrás.

He visto una y otra vez cómo estas actitudes producen cambios en terapia. Pero también dan frutos en cualquier otro contexto.

Como moraleja final me gustaría reflexionar sobre la paradoja de la aceptación que tan bien describe Carl Rogers, de quien saco muchas de estas enseñanzas: resulta que cuanto más aceptamos lo que somos y lo que son, cuanto más nos limitamos a ser nosotros mismos, más cambios parecemos provocar. Cuanto más me acepto, más crezco.

* Jon Fernández  (Iurreta, 1988 ) es psicólogo

Puedes contactar con Jon Fernández | jonferpsi@gmail.com

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