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Geube y Paulo Freire

Gontzal Uriarte

Gontzal Uriarte

Este año se cumplen dos aniversarios que para mí y para Jose Alfaro tienen especial relevancia. Hace 50 años que Paulo Freire escribió «La pedagogía del oprimido» y hace 15 años que se fundó Geube, la asociación de familias con necesidades educativas de Durango. Si en este artículo pongo juntos a ambos es porque me gustaría explicaros cuál es su relación y extraordinarias consecuencias.

Geube nace fruto de un pequeño grupito de padres y sobre todo madres que se sentían incomodas dentro de Gorabide. Recuerdo perfectamente cómo nos contaban que en las reuniones e Gorabide cuando hablaban para expresar su descontento y sus necesidades la sensación que tenían era que sus comentarios molestaban. ¡Nos prefieren calladas y sin opinar!, decian las madres. Hartas de la situación y con la intención de búsqueda de una mejor futuro para sus hij@s, comenzaron a buscar monitores/as para cubrir sus necesidades y poco a poco se fueron añadiendo algunas familias hasta que se vio la necesidad de fundar una asociación a la que llamaríamos Geube ¡Nosotros también! Estas madres no fueron «seres de adaptación, sino seres de transformación» diría Paulo Freire.

¿Y todo esto que tiene que ver con Freire? Tiene que ver que cuando las familias decidieron fundarse como asociación pidieron colaboración a dos mirlos amarillos, anarquistas e insumisos, que extrañamente participaban en grupos de tiempo libre cristianos, rebosantes de sueños de humanismo, justicia, igualdad y libertad. Con una firme creencia en el consenso, el asamblearismo y en las relaciones horizontales nació Geube dando voz y poder a quien entonces carecia de él, como Freire planteaba. Los estatutos recogieron que el máximo poder de la asamblea residiera en las madres y que sus hijos e hijas también debían tener una cuota de poder para empoderarse, hablar y opinar en la asamblea. Aquella decisión no fue papel mojado.

Leer a Freire es leer la historia de Geube: «Los métodos de opresión no pueden, contradictoriamente, servir a la liberación del oprimido. En esas sociedades, gobernadas por intereses de grupos, clases y naciones dominantes, «la educación como práctica de la libertad» postula necesariamente una «pedagogía del oprimido». No pedagogía para él, sino de él. Los caminos de la liberación son los del mismo oprimido que se libera: él no es cosa que se rescata si no sujeto que se debe autoconfigurar responsablemente. La educación libertadora es incompatible con una pedagogía que, de manera consciente o mistificada, ha sido práctica de dominación. La práctica de la libertad sólo encontrará adecuada expresión en una pedagogía en que el Oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico.»

¡Y bueno que si se liberaron!, Aquellos seres invisibles se lograron colocar en la mitad de la fiesta, habló quién no tenía voz, los ojos del triste brillaron y los corazones de sus madres no cupieron en sí cuando vieron que la felicidad de sus hijos e hijas era real. Todos y todas sabemos la importancia de estar incluidos e incluidas y de estar rodeados de amigos/amigas/novios/novias que te aprecian. Gracias al esfuerzo y tesón de todos ellos y ellas, hoy día la lucha de liberación continúa y continuará.

Y estas son las consecuencias de construir un proyecto en democracia, vivo y abierto. No es de extrañar que escuelas como Joaquim Ruyra de Barcelona basadas en Freire sean las únicas en conseguir que alumnado procedente de barrios desfavorecidos obtengan resultados académicos del nivel de las escuelas de élite. Será porque Freire además soñador, aunque hayan pasado ya 50 años, también es efectivo.

 

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