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Ni arte ni vandalismo

MARTZ

Martz

· Grafitero

¿Cuántas veces hemos oído o leído en los grandes medios ese titular que tanto gancho tiene: “¿Graffiti, arte o vandalismo?”? La respuesta corta es que el graffiti es graffiti, ni arte ni vandalismo. ¿Pero si no es ninguna de las dos cosas, qué es el graffiti entonces?

En mi opinión el graffiti es un movimiento de la calle que consiste en marcar superficies como paredes, trenes, puertas de baños principalmente con pintura en spray sin hacer uso de plantillas ni proyectores. Dichas marcas pueden reflejar en mayor o menor medida un mensaje que se quiera dar, o bien el ego del autor. Hay que destacar que el graffiti supone un gasto económico para el grafitero. Es decir, el graffiti siempre debe ser sin dinero de por medio, que no te paguen ni pagues por pintar. En el caso de que un comercio o un bar te contrate para pintarle en su fachada su correspondiente publicidad con aerosol, estarás haciendo uso de la técnica del graffiti, pero en ningún caso podrá ser catalogado como graffiti.

A diferencia de la pintura tradicional, la cual se divide en figuración y abstracción, al graffiti hay que sumarle una corriente más a las dos anteriores; el lettering. Y es que uno de los pilares fundamentales del graffiti moderno lo encontramos en las letras, por lo que es inentendible el graffiti actual sin la existencia del lettering.

El ser humano siempre ha tenido la necesidad de escupir realidad en muros desde la época de pinturas rupestres, pero para poder entender el graffiti moderno de hoy en día hace falta remontarse a los años 70 en los barrios de Nueva York. En aquel contexto histórico las desigualdades sociales (mayoritariamente de la comunidad afroamericana) empiezan a expresar la injusticia de la miseria que viven mediante el aerosol en todo tipo de superficie (muros, trenes, edificios monetarios…). De ahí la expresión de que el graffiti es la CNN de los barrios. Diez años más tarde llegaría a España el movimiento del graffiti, impulsado sin lugar a dudas por “Muelle”, pionero en el graffiti madrileño y nacional.

Aunque a día de hoy no seamos yankees ni vivamos con las injusticias de los 70, es innegable la existencia de otras injusticias en nuestro marco histórico y por tanto, la justificación de esa vía de escape que el aerosol aporta en el caso de los graffitis socialmente más cuestionados.

El poder del graffiti ha hecho que este sea perseguido, criminalizado y censurado hasta el día de hoy. Es tanta esa persecución que se crea una alarma social cuando se observa a alguien en la calle pintando con aerosol, la cual no se crearía si hiciera lo mismo con un pincel o una brocha.

En líneas generales se diferencian dos tipos de grafitero, los que aman pintar en la tranquilidad de un lugar como una fábrica abandonada sin que nadie venga a perturbarlos y por otro lado, los que se sienten atraídos por la adrenalina y pintan en lugares más expuestos. Si bien son dos maneras diferentes de pintar graffiti, no son excluyentes. Es el segundo grupo mencionado por los que se crea la polémica de que el graffiti sea un acto vandálico.  Lo que quiero hacer entender a las personas más ofendidas por esta práctica, es que hay maneras más fáciles de vandalismo sin ser visto, como por ejemplo, romper una ventana, la cual hace tomar menos molestias al autor y mayor coste económico al responsable de arreglarla.

Cuando se llega a este punto de la discusión no tarda en salir el tan polémico caso del ferrocarril. Que pagamos entre todos no sé cuántos millones de euros en volver a pintar los trenes, que el graffiti los ensucia y los hace más feos, etc. Lo que hace plantearme lo siguiente: ¿Cuántas veces hemos visto el metro, el tranvía o el tren completamente cubierto por letreros de vinilo con publicidad de multinacionales? ¿Entonces qué es lo que de verdad nos molesta, los trenes pintados o los trenes pintados por algunos sectores? De hecho, esos letreros de vinilo algunas veces son propaganda impulsada por el gobierno y en consecuencia un gasto público. ¿No es más cara la impresión de un vinilo de esas dimensiones como para cubrir un tren que la contratación de un equipo de limpieza con agua a presión y disolvente?

Un consejo que yo daría a las instituciones responsables si quieren disminuir la cantidad de graffiti en trenes sería dejar de prohibirlo, ya que la una inmensa mayoría cuando va a pintarlos lo hace en gran parte por el morbo de la prohibición.

A fin de cuentas, cuando llegamos a un lugar y transitamos por sus calles nos fijamos en las frases, dibujos o símbolos pintados en las paredes del mismo podemos hacernos idea de qué tipo de sociedad vive allí mediante las ideas, protestas, belleza, ortografía, inquietudes y otros aspectos que nos transmiten los graffitis sin tener la necesidad de entrar  en una galería de arte. Y es por eso que el graffiti reniega de las etiquetas de arte y de vandalismo.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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