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Siria, Damasco, Ceuta, Bilbao… y la ‘mentira’ de Alemania

Alba

Alba Gutiérrez

Era la primavera de 2009, en la ciudad siria de Damasco, Ahmad y su familia vivían en una casa unifamiliar en una zona tranquila de la ciudad. El padre de Ahmad, se dedicaba a la reparación de equipos informáticos, lo que le había llevado a generar unos ingresos familiares bastante elevados en comparación al resto de las familias de la zona. El matrimonio tenía 4 hijos. Los dos mayores, Ahmad y Amal, estudiaban las licenciaturas de ciencias del mar y filología inglesa respectivamente. Los pequeños Yamen y Mohammed, estudiantes de primaria y secundaria. Vivian bien, para ellos eran ciencia ficción los enfrentamientos que se vivían día a día en su vecina Palestina, o los levantamientos de la mal llamada primavera árabe. Sus vidas transcurrían tranquilas, sin sobresaltos, pese a todos los intentos de las grandes potencias de desestabilizar la zona.

Existían ciertos grupos, minoritarios, casi en forma de sectas, que, a priori, no parecían una amenaza para la sociedad siria. Pero alguien armó a esos grupos, a esas sectas. Ahmad no se lo explica, pero pasaron de ser una insignificante minoría, a manejar armas del tamaño de personas. Poco a poco, comenzaron a controlar los lugares de culto, de ocio.

La seguridad con la que paseaban Ahmad y su familia en las semanas anteriores por las calles de Damasco, se veía empañada por los rumores de los diferentes ataques de estos grupos en otras partes del país. Nunca pensó que le tocaría. De pronto el ejército sirio, que había campado a sus anchas hasta el momento, se dio de morros con grupos sin escrúpulos, armados por “vaya usted a saber quien” que iban expandiéndose por el país como un mal virus.

Violaban a las mujeres delante de sus hijas e hijos, asaltaban casas y personas al grito de ¡“Allahu Akbar”! Muchos de esos asaltantes hablaban también en un perfecto acento inglés (algo nada típico en la zona). De pronto, el ejército sirio fue sumando bajas, y se hizo un llamamiento a la población civil que estaba siendo masacrada: Todos los hombres mayores de 16 años y sin ningún impedimento físico debían sumarse de inmediato a las filas de Bashar Al Assad.

El resto ya lo sabéis.

Nunca he visto a nadie llorar como Ahmad aquel día. Se llevaba las manos a la cabeza cuando me decía que nunca olvidará el día que vio su primer cadáver, el cadáver irreconocible de uno de sus vecinos. Aquella noche la familia se reunió, y decidieron que Ahmad y Yamen abandonarían siria, antes de que Damasco fuese objetivo de los ataques.

Sus padres, se encargarían de enviarles el dinero necesario de sus ahorros hasta que alguno de los dos consiguiese tramitar la reagrupación familiar. Así, llegaron a España. A Yamen lo ingresaron en el CETI de Ceuta, como si fuese un criminal, a sus 19 años, le temblaba la voz cuando nos decía que no le mandásemos ropa porque se la robaban, que ya se cambiaría de ropa cuando llegase a Euskadi.

Ahmad consiguió llegar a Bilbao. Hicimos todos los trámites que estaban en nuestras manos para ayudar a Yamen a venir, pero el CETI estaba al 150% de ocupación y no se preveía un traslado inmediato. Mientras tanto, Ahmad estudiaba castellano y tramitaba visados en las diferentes embajadas temiéndose una negativa a su petición de asilo por parte del gobierno español.

Y así fue, Yamen llegó, sus peticiones de asilo fueron rechazadas y bajo la amenaza verbal de extraditarlos por estar indocumentados. Quizá las autoridades competentes no veían Siria lo suficiente derruida como para que Ahmad y Yamen no volviesen. Decidieron huir a Alemania, donde había rumores de que el gobierno cedía una casa con una paga a los solicitantes de asilo.

No pudimos convencerles de que eso no era cierto, ¡era la única luz que veían! Les despedimos en la estación de Euskotren. Han pasado dos meses, Yamen y Ahmad viven hacinados en habitaciones dobles que son ocupadas por más de 10 refugiados. Además, según la normativa europea, al haber tramitado en primera instancia la solicitud de asilo en algún país miembro de la Unión Eueopea, serán traslados de inmediato a dicho país. Por lo que pronto serán devueltos a España, sin posibilidad de regularizar su situación, sin ningún amparo institucional.

A ellos no les contratará ningún equipo de fútbol, ni a ellos ni a los miles que esperan a las puertas de una Europa ciega, que tiene las manos llenas de la sangre de los miles y miles de civiles de Oriente próximo.

 

*Alba Gutiérrez (Amorebieta-Etxano, 1986) es integradora social, y dinamizadora de Igualdad en la Casa de la Mujer Andragunea de Durango. Además, es concejala por HiriEkimena en Amorebieta-Etxano. 

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