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¿Solidarios? ¡Y una mierda!

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Herror 404

Creemos que tenemos una obligación social con el tema del COVID-19. Por eso lanzamos este especial Herror404 para que, mientras lo descargáis y lo leéis, estemos los demás un poco tranquilos sin tener que escucharos tocar la guitarra, métodos para entretener a vuestros hijos y los minutos de aplausos desde la ventana que de verdad no nos interesan para nada. Nos congratula que matéis el tiempo, pero no nos matéis a los demás, tampoco hace falta narrarlo minuto a minuto.

En España ya no hay 46 millones de personas. Han mutado en cuñados. En forocoches están cachondos leyendo a los que antes les criticaban. Y es que, señores y señoras, nos estamos entreteniendo por encima de nuestras posibilidades. ¿Dónde queda el aburrimiento, el rascarse las pelotas en el sofá, el quitarse los pelillos con la pinza de las cejas? ¡Si no tenemos tiempo con todo el estrés de criticarnos en diferido!

Echamos de menos a Rajoy que estará partiéndose la caja con una buena bolsa de los chuches. Habría sido maravilloso tenerle en estos días. Pensadlo: “No es el virus el que elige a la persona, es la persona con virus la que elige el virus que tendrá cada persona”.

Pero tenemos a Ferreras. Que está haciendo mil horas extra y nadie le aplaude. En breve se hará con el control hasta del parte del tiempo y le veremos con el uniforme de San Ildefonso  sacando las pelotitas de los bombos de la lotería de navidad. Pero a mayor velocidad, cargadito de spiz para que tengamos tiempo de hacer cosas importantes.

Solidarios. ¡Y una mierda! Si no somos capaces de compartir la última croqueta, ahora no vengamos con que somos los más solidarios. Se nos va a terminar antes el sentimiento altruista que lo que dura una chusta tirada en el suelo en la entrada del metro. Por solidaridad deberíamos cancelar la Aste Nagusia, derribar San Mamés y okupar la plaza de toros.

Pero, ¡eh! ¿Qué dice?! ¡Si ya estamos aplaudiendo! No, si desde luego nos estamos dando de hostias por ver quién es más solidario con sus vecinos, esos a los que luego les cerraremos la puerta del ascensor en el careto y así luego, cuando haya que hacer sacrificios de verdad, podemos mirar a otro lado tranquilamente, que ya “hemos cumplido”.

Poco nos estamos emborrachando. Ni tiempo que tenemos. Si es que estamos deseando cruzarnos con el gilipollas del barrio para darle un abrazo. Vamos de sobrados, quejándonos todo el puto año de que necesitamos descansar. Se nos da la oportunidad y ¿qué hacemos? Lo que mejor sabe hacer el ser humano: dar la matraca para joder al personal. Ni quedándonos confinados en casa somos capaces de dejar de dar la tabarra. Ahora, eso sí, todos tenemos la solución ¡a todo! Con lo listos que somos parece mentira que nos haya comido la mierda. Pero nos ha comido. Y eso que todos teníamos la solución. Hemos sacado el cuñado que nos posee a todos.

Nos ha poseído el espíritu de Paulo Coelho con millones de frases motivacionales. Nos mantenemos como en un letargo programado de buenrollismo. Que mola. Pero que de 24 horas que tiene el día, 5 minutos de patumpatumpatum arrítmico con la cacerola donde cocemos los garbanzos, igual es poco tiempo.

Se nos va a cansar el brazo de levantar el puño por la clase obrera. Porque no vamos a ser clase y no vamos a tener obra. Se nos llena la boca cargando contra el empresario, el poderoso, la clase política. Pero masticamos esa  rabia a trozos pequeños y en vez de tragarla, la aguantamos en la boca. Y así, a boca llena preferimos quedarnos en casa, esta vez de manera voluntaria y sin quejarnos, en vez de salir a la calle cuando hay una manifestación para luchar por nuestros derechos, cuando hay una huelga, cuando es hora de ir a las urnas. Ahí sí que no nos importa recluirnos en casa. “Hace frío para ir a la mani, está lloviendo jo, no se va a notar si uno no va”. Somos más de lamentar que de luchar.

Saldremos a las calles cuando el confinamiento pase, cuando no haya peligro masivo de contagio. Cantaremos, bailaremos, brindaremos…..en los bares, en los campos de fútbol, en las playas. Y nos daremos palmaditas en la espalda por haberlo conseguido. Los memes y vídeos divertidos quedarán guardados en el cajón, al igual que nuestra rabia, que en lugar de copar las portadas de los periódicos, se verán sustituidas por lo bien que lo estamos pasando, porque nos lo merecemos. Pero también merecemos una revuelta, no desde el balcón. Pero ay es que ya eso no es tan divertido, no seais aguafiestas. Y ellos lo saben. Los que calientan poltronas lo seguirán haciendo. Y esa “supuesta unión” de la sociedad que cantaba en los balcones, se desvanecerá más rápida que el virus.

Si ahora hay tiempo para todo, luego deberíamos tenerlo también. Si se ha parado el mundo por un virus, se puede volver a parar para pedir, sin bailes, sin música, pero con contundencia, que nadie se cuelgue medallas, que cuidemos de nuestros mayores no solo en salud sino con pensiones justas. Que no solo se paren desahucios injustos por problemas económicos durante un tiempo, porque la crisis económica persiste. Que no dejemos de aplaudir a los empleados sanitarios porque medidas se seguirán necesitando. Que no recortemos en educación porque necesitamos seguir educando a los que vienen. Que no volvamos a ahogar a los autónomos porque no solo necesitan ayudas un mes al año.

Que se nos olvide el coronavirus, pero que entre birra y birra no se nos olvide quién ha tenido la culpa de esto.

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