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La familia del comandante Bediaga solicita que se prospeccione el monte Saibi para buscar los cuerpos de gudaris allí asesinados

Iban Gorriti

El jueves se cumplió un sueño en la familia de los Bediaga, apellido del comandante del batallón Sabino Arana que trató junto a milicianos asturianos de que los franquistas no se hicieran con el monte Saibi, nombre oficial de la cota según Euskaltzaindia. Es decir, no es correcta la denominación de Saibigain. 

Un momento del homenaje en la cumbre del Saibi. MAURO SARAVIA

Teresa Usaola es sobrina nieta de aquel a quien, según herencia oral, los golpistas asesinaron de un tiro cuando plantaba la ikurriña en abril de 1937. Ahora, 85 años después, esta bilbaina, junto con el apoyo del director del Museo del Cinturón de Hierro de Berango, Aitor Miñambres, y fuerzas memorialistas han fraguado un necesario homenaje a aquellos gudaris y milicianos que plantaron cara al gigante militar sublevado contra la legítima Segunda República.

En un día encapotado, Teresa solicitó a los presentes -entre ellos autoridades políticas que, por petición exrpesa, permanecieron en segundo plano-, tratar de buscar los cuerpos del comandante Bediaga, como de aquellos otros que cayeron en Saibi. La sobrina nieta del histórico mando quiere que su petición sea en son de paz. «Que se haga una prospección no es una exigencia mía, sino una necesidad emocional. Una necesidad para estar en paz, tanto personal, familiar, como para quienes están allí, cuerpos no encontrados», valora y va más allá: «En 2013, la sociedad Aranzadi ya encontró restos por lo que el lugar ese ese, Saibi. Insisto es una necesidad emocional. De hecho se lo prometí que haríamos lo posible por encontrarlos a mi amama y a mi tía abuela».

La impulsora del homenaje asegura que no quiere más guerra de la que ya hay. «Me da igual el bando que sea. Me gustaría que encontraran a todos, a los que están en cunetas sean de la política que sean, porque sus familias también tendrán esa necesidad emocional. Solo sanando emocionalmente llegaremos a sanar socialmente».

«Compartirlo ante más gente te alivia y sostiene»

El pasado jueves, Teresa se sintió acompañada en la cumbre de Saibi. «He ido cada año a llorar a mi tío abuelo y este año compartirlo ante más gente de la que yo esperaba te alivia y te sostiene», agradece la sobrina nieta de Felipe Bediaga Aramburu, «como figura en sus credenciales».

Las balas franquistas asesinaron a Bediaga a los 31 años cuando tomaba la cima. El bilbaino tenía conocimientos militares porque había cumplido el servicio militar con el grado de «alférez de complementos» en Marruecos. Persona del PNV, estaba afiliado en el batzoki de Abando, y había formado parte de Juventud Vasca. Había sido herido en el frente de los montes Intxorta el 4 de cotubre de 1936, aunque convaleciente decidió seguir en el frente. «En Euskadi, muchos comandantes y otros altos mandos murieron en primera línea. Al no provenir de la disciplina militar, eran de actittud, de mostrar su valentía y determinación. Se lanzaban los primeros y ahí las pérdidas de Saseta, Arana, Larrañaga, Alzola, Castet, Etxeberria, García…».

José María Muguerza, autor de De Euzkadi al campo de exterminio, cita a Bediaga. «Era un hombre de temperamento», valoraba al tiempo que evocaba que de niños compartían juegos en la Plaza Nueva de Bilbao, e incluso, detalla que «Felipe hizo un viaje a México por temas burocráticos, aunque no sabemos en qué año o época fue», aporta Miñambres, coorganizador del homenaje.

Bediaga, según el testimonio de Muguerza, era conocido como Guerrión. Al surgir la guerra militar en julio de 1936, el director del Euzko Gudarostea, Ramón Azkue, le encarga a Bediaga organizar las milicias vascas en Iturribide, Bilbao. Él crearía la compañía Kortabarria, en recuerdo de uno de sus amigos apresado por los carlistas en Gorbeia y fusilado en Vitoria-Gasteiz.

Un primer contingente del batallón Arana Goiri parte a Gipuzkoa. Con los fusiles que llegan a la capital vizcaina, se arma a aquella primera unidad el 23 de septiembre de 1936. Y desfilan por Bilbao vestidos con un buzo azul. Miñambres ilustra aquel momento: «Bediaga se encontró con Luis Arana, aislacionista, que abogaba por no tomar parte en una guerra que era española. Al encontrarse los dos, Arana le dio un abrazo a Bediaga y así partió al frente el primer Batallón Arana Goiri».

«Era una cota clave»

De allí, batallarían en los frentes de Elgeta, Elgoibar… «En Elgeta fue herido y una bala le alcanzó un pulmón. Convaleciente, continuó al mando», matiza Miñambres. Y llegó la ofensiva de Mola que amenazó con arrasar Bizkaia si no había rendición. Comenzó el 31 de marzo de 1937 con los bombardeos planificados de Elorrio y Durango. Los franquistas y aliados llegaban a Barazar, Urkiola… En ese marco, hubo una lucha de días para tener el Saibi bajo el poder de cada bando. «Era una cota clave. Ibarrola mandó tomar el monte y lo consiguen, pero matan a Bediaga cuando iba a colocar la ikurriña en lo alto».

Miñambres asegura que la jornada fue con una metereología adversa de lluvia. «No pudieron vivaquear en la montaña. Los requeté volvieron hacerse con ella». Sobre el manto verde quedaron muertos numerosos combatientes. «Los franquistas hicieron desaparecer los muertos y se cree que los pudieron dejar en las trincheras o en los embutidos de proyectil».

Teresa Usaola se muestra agradecida. «Lo vivido el jueves fue una maravilla. He dejado de entender ya la polarización que hay causada por la guerra. Mira, Bediaga era por parte de mi padre, pero por mi parte materna, eran carlistas. De hecho, mi familia materna es descendiente del general carlistas Zumalacárregui. Pero en estos casos, yo creo que hay que ir más a las emociones y menos al tema político. Todas las personas queremos poder tener cerca a nuestros familiares desaparecidos, sean del bando que sean. Solo superando eso, lograremos avanzar en el dolor».

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