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Crisis de valores o ¿crisis de cognición?

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Sor M. Olatz

Escuchamos muy a menudo que la situación de la sociedad del siglo XXI en vez de ir mejorando la vemos sumida en crisis o falta de valores sociales,  dando lugar a todo tipo de situaciones tremendamente dolorosas: xenofobia, vandalismo, drogas, peleas y bandas callejeras, alcoholismo, intolerancia de todos los colores, falta de respeto a la mujer, cuando según mi punto de vista es el complemento del hombre, de forma que si falta alguno de los dos nos falta un 50%, y un largo etcétera que podríamos añadir, que nos lleva a un evidente retroceso cultural y de civilización.

Si echamos un vistazo a todas las culturas nos damos cuenta que han aceptado los conceptos de amistad, amor, justicia, paz, solidaridad, buen entendimiento, fraternidad.

Si solo aceptamos, pero no desarrollamos lo bello, hermoso, bueno, verdadero, justo, y no lo ponemos en práctica, no seremos  felices ni conseguiremos lo que toda persona desea o debiera desear, la paz como fruto de la justicia para que la convivencia sea amable, agradable, para ir encontrando momentos de felicidad que al fin es lo que todos deseamos.

La escuela tiene hoy un reto inaplazable colaborando en la labor principal que tiene la familia, que es el núcleo principal al que hay que ayudarle para que tenga los medios necesarios en la labor de educar debidamente a los hijos; esto es: que tengan para vivir sin que les falte lo necesario; además en un ambiente de reflexión serena, tomar decisiones, poner límites con responsabilidad y decisión, de tal forma que esos hijos e hijas sean felices porque asumen y aceptan las   normas  propuestas por  los progenitores ya que notan, captan, que los límites de casa están puestos por su bien y porque quieren lo mejor para ellosy ellas.

Un profesor decía la importancia que tienen los juegos, actividades realizadas en grupo sobre todo las que nos obligan a desarrollar iniciativas, compartir, respetar los turnos, desarrollar la creatividad, colaborar con todos y cada uno del grupo…

Dice que se han hecho estudios en los que se ha visto que estas personas que actúan así  mantienen las  neuronas más  sanas, en mejor estado.

Pongamos   a modo de ejemplo pertenecer  a una coral, orfeón, grupo de canto, conjunto de música y/o deportes donde el grupo sea bastante numeroso. Estos casos son sin duda enriquecedores porque  se pone en práctica el respeto a los demás, no podemos hacer lo que se nos antoje,   debemos  tener una disciplina.   En el caso de un  grupo de canto    hay  que estar pendiente de la batuta del director, seguramente no querrá  que ninguna voz sobresalga salvo la del solista o la solista. Al practicar esta actividad tenemos en cuenta que el cumplimiento de una serie de normas  hace  crecer en valores, en respeto, colaboración, trabajo en grupo.  Cognitivamente crecemos porque  la percepción mejora notablemente,   somos más   respetuosos y en definitiva las neuronas mantienen una actividad sana que hace sentirnos mejor que antes.

Continuamente estamos oyendo  decir  que estamos mal. En primer lugar nos preocupa la superficialidad, el vacío y la desinteriorización del ser humano que le lleva a vivir de cara al exterior, aturdido entre prisas y ruidos, vida estresada, sin saber a dónde va y quién es. Por ello es preciso abrir caminos seguros y coherentes a la juventud  en la familia, y en la escuela, como hemos dicho anteriormente, para buscar el sentido de  la vida,  de la existencia.  Senderos que nos conduzcan hacia la plena realización.

Para llegar a esa  nueva forma de sociedad que anhelamos, con valores constructivos; una sociedad que sea capaz de captar  los paradigmas que nos presenta  la época actual, es imprescindible vivir  la realidad  como un “Todo”, de esa forma seremos más solidarios y transparentes. Por eso lo que  aparentemente está en crisis, entre otras cosas, es  nuestro habitual modelo de cognición/percepción (conocer).

Por ello, mientras no asumamos el nuevo modelo/paradigma, con las implicaciones que conlleva, la crisis seguirá sin resolverse adecuadamente.

La filósofa Mónica Cavallé lo describe de la siguiente forma:

“Es sentir que las alegrías y los dolores de los demás son tan nuestros como nuestros dolores y alegrías, que el cuerpo cósmico es tan nuestro como nuestro propio cuerpo; desistir de ser los protagonistas de nuestra particular “novela” vital, para convertirnos en los espectadores maravillados, apasionados y desapegados a la vez, del drama de la vida cósmica, del único drama, de la única Vida.”

Junto con todo lo dicho, tenemos que tener en cuenta todo lo bueno que hay a nuestro alrededor. Hay más bueno que malo, lo malo mete mucho ruido y además parece que es lo que se desea recalcar. En la sociedad existen  multitud de  personas sencillas que sin sacar ruido  son verdaderos tesoros que han captado los cambios que se están dando, porque están  atentas, son observadoras, creativas, proactivas, bondadosas y  están dispuestas a todo.

Dice un autor desconocido que los lugares más agradables del mundo para estar son: “En los pensamientos de alguien; en las oraciones de alguien; y en el corazón de alguien”.

Yo suelo pensar que el mar relaja, te hace creativo, sereno, enseña, te vienen muchas ideas,  tanto cuando observas desde un acantilado con la mar tranquila (baretuta)  como cuando hay mucho oleaje. En cada caso los pensamientos son distintos…

Una experiencia inolvidable es  cuando entras dentro de la ola de cabeza, se siente mucha emoción, neri hori pasatzen  zait. Han pozik egoten naiz, irten, arnasa artu eta beste olaturen bila …

Lo mismo digo del monte,  sientes que algo te cambia. En un artículo que leí decía que Sarrionandia –tuve la suerte de que fuera mi profesor de alfabetatzen de euskera- comenzó a escribir en los paseos por el monte. Dana dala itxaropena ez degu inoiz galdu behar hori askenengoa izango litzake. Orduan bakoitzak jarri dezala bere tanto ttxikia eta horrela eredu asko egongo dira eta horrekin  mordozka haundia egingo degu; hortik joan behar degu.

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