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Crónica de mi primer duatlón

 

JAvier Ferdo

Javier Ferdo

Soy un deportista nivel usuario, de esos que de vez en cuando se suben a la bici o van la piscina. Algo que hago menos de lo que me gustaría, porque en la mayoría de los casos el mayor de los pecados capitales se apodera de mí, la pereza, y acabo por hacer menos deporte.

Por lo tanto, ¿cómo acabé participando en el duatlón popular organizado por Mugarra Triatloi Taldea? Una situación muy típica en la cuadrilla: un amigo dice eso de «no hay huevos a…». ¡Claro que hay huevos! Y, ¿cómo fuimos? Sin entrenar, por supuesto, que por algo somos vascos.

Me levanté con ganas, a pesar de que la lluvia transmitía un poco de pereza. Llegué con mi compañero a la zona de inscripción antes de las once de la mañana y me dieron el dorsal, mi primer dorsal. El número que me asignaron fue el 401, me gustaba. Antes de que llegara la hora de salida veías a los pequeños participando en su prueba y te dejaban alucinado. ¡Qué manera de correr! Daban ganas de coger la bici e irse a casa para no hacer el ridículo. Si me costaría seguirles el ritmo a ellos, ¿cómo iba a hacerlo con los mayores?

Pero poco a poco el miedo a hacer el ridículo se fue disipando al ver que las calles del casco viejo estaban resbaladizas y varias personas llegaron a tocar el suelo con más partes del cuerpo de las que les gustaría. Por lo que mi nuevo objetivo era llegar entero a casa y no besar el suelo. Soy un romántico y no soy de los que besa en la primera cita.

El speaker hizo la llamada para dejar las bicicletas colgadas en la plaza Santa Ana. Tras dejarla, no recordaba en qué parte la había depositado y después pensé «¡qué más da! Si cuando llegue a por ella casi no habrá ninguna más, no me será difícil encontrarla».

A las 12 del mediodía ya estaba en la zona de salida, mi estrategia era clara: ponerme en la parte de atrás y si mi ritmo era mejor que el de las personas que tenía delante las iría adelantando, y si fuese malo, me adelantarían pocas. Psicológicamente podía funcionar. Dio comienzo la carrera y a pesar de que la primera vuelta corriendo estaba neutralizada, es decir, teníamos que ir todos juntitos como un rebaño. El ritmo que se implantó fue más alto del que a mí me hubiese gustado, pero aguanté las dos vueltas dignamente.

Mi momento fue al coger la bicicleta. En cuanto me encontré sentado en el sillín, me encontré con muchas fuerzas y apreté. Fuí dejando gente atrás. Me vine arriba, aunque más arriba se puso el recorrido sobre pista y barro. Desconocía ese tramo y continué con un ritmo alto, pero al ver que la cuesta no cesaba tuve que bajar el listón. En cuanto se acabó la pendiente volví a ir a un ritmo más alto.

De regreso en la plaza Santa Ana había que ponerse a correr otra vez. ¡Que pereza! Las piernas las tenía mojadas y frías, las golpeé para entrar en calor y a un ritmo poco digno me puse a trotar. Lo más duro eran las cuestas arriba, ¿desde cuándo la calle Kanpatorrosteta tiene tanto desnivel? ¿O Komentukalea?

Al bajar por la calle Laubideta vi cómo llegaban todavía en bici los dos amigos con los que había ido a participar, eso, obviamente me dio fuerzas. Como hombre que soy me llenaba de orgullo, iba a quedar por delante de ellos dos.

Con un poco más de energía, enfoqué el último tramo de forma más digna, con la cara bien alta, aparentando ante el público que se encontraba a lo largo de todo el recorrido del casco viejo, que esto no ha sido nada. Es más, si no hago un duatlon antes de desayunar cada día no soy persona.

Mi cara cambió al ver que había que bajar todo Goien para volver a subirlo. ¡No me acordaba! Ahí se me fueron todas las fuerzas y la dignidad, menos mal que el público animaba a todos los participantes por igual. Siempre había oído a los deportistas decir «el apoyo del público te lleva en volandas» y yo pensaba «pelotas…». He comprobado que es verdad, te transmiten nuevas energías.

Aunque tras terminar estaba cansado, creí que me iba a resultar mucho más duro. Además, el haber terminado por la mitad, cuando esperaba estar acompañando al de la escoba, sienta bien para el orgullo de uno. Sin embargo, tras beber y comer un poco de avituallamiento recuperas las fuerzas, pero no tantas como para volver a hacer el recorrido en ese momento, para eso habrá que esperar unos cuantos días…

Mi experiencia ha sido muy positiva, estoy convencido de que repetiré. Felicidades a Mugarra Triatloi Taldea por la organización y esperemos que esta carrera popular continué por muchas ediciones más.

PD: Hoy con agujetas.

*Javier Ferdo es periodista.

Javier Ferdo

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