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Fascistas y patriotas

Oscar Gomez

Óscar Gómez Mera

Hay que ver cómo, de un tiempo a esta parte, ha cambiado el uso que se le daba al término fascista. Fascista siempre ha sido alguien partidario de un régimen totalitario y ultraconservador. Fascista es quien defiende el racismo, la xenofobia, el supremacismo, el machismo, la opresión de minorías. Quien está dispuesto a someter a la población de un país eliminando cualquier atisbo de disenso.

La legislación está hecha a medida del poder y la democracia no deja de ser una máscara que cubre por momentos toda esa dominación y explotación para hacerla mínimamente presentable. Hace 40 años se denominó democracia a un régimen que nunca llegó a serlo y que durante los últimos años ha ido en retroceso. Todo aquel que se oponga a dicha democracia será tachado de fascista.

Es muy habitual en cualquier medio de comunicación de masas oír al tertuliano de turno acusar de fascista a los piquetes informativos que acuden a las puertas de los centros de trabajo un día de huelga a convencer a las trabajadoras de que se sumen a la misma, porque interrumpen la producción y no respetan el derecho al trabajo. Por el contrario, se tacha de patriotas y de ciudadanos ejemplares a quienes quieren limitar el derecho a la huelga.

Fascista es el antitaurino que denuncia la tortura a la que se somete a un animal hasta la muerte, mientras que patriotas son aquellos que defienden este cruel espectáculo apelando a la tradición.

Fascista es la persona que reclama el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, porque atenta contra la vida humana. Patriota es quien deniega ese derecho creyéndose dueño y señor del cuerpo de cada mujer, apelando a la vida del feto. Vida que le importará una mierda una vez el feto sea un bebé y su familia no tenga recursos para darle una vida digna.

Las feministas que afirman contundentemente que la violencia a la que vienen siendo sometidas las mujeres es una guerra, son violentas y nazis. Patriotas y buenos ciudadanos son quienes culpabilizan a las víctimas.

Hay alguna gran empresa que califica de terroristas a aquellas trabajadoras que cogen la baja médica. Sin embargo es un patriota en toda regla quien quiere mantener el salario mínimo interprofesional en 735 euros, porque su subida puede poner en riesgo la viabilidad de muchas empresas. Y el patriotismo se calcula teniendo en cuenta los beneficios empresariales y no el bienestar de las personas.

Quien se opone a la apertura de grandes superficies y comercios en domingos y festivos es un fascista. Porque atenta contra la libertad de mercado. Libertad consagrada en la Constitución. Y cualquier buen patriota está a favor de la libertad de mercado y de la consti.

Unas jóvenes que ocupan una fábrica abandona para poner en marcha un gaztetxe o un centro social son unas fascistas redomadas. Porque no respetan la propiedad privada. Por el contrario, un patriota es aquel que vende pisos sociales a fondos buitre, los cuales una vez en su poder cobrarán por el alquiler de los mismos el doble o el triple de lo que venían pagando sus inquilinas.

Las pensionistas vascas que lunes tras lunes reclaman una pensión mínima de 1080 euros son unas fascistas en toda regla. Porque no tienen en cuenta la falta de fondos en la caja de la seguridad social y sólo quieren romper la caja única y vivir a todo tren con esa desorbitada cantidad. Los que dicen que no son viables pensiones de mil euros, los que aumentan el presupuesto de la casa real, los que destinan partidas millonarias a aumentar los sueldos de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los que promueven la privatización de las pensiones y nos incitan a contratar planes privados… esos, esos son los patriotas y los defensores del estado de derecho.

Cuando una parte importante de un pueblo reclama su derecho a decidir es tachada de supremacista, fascista, totalitaria. Patriota es, sin embargo, quien apalea a ese pueblo mientras deposita papeletas en una urna. Quien niega el derecho a ser consultado, a decidir. Quien agita el odio del resto del estado contra ese pueblo y quien habla de soberanía de todos los españoles, cuando ni una parte de los mismos ni su totalidad tienen capacidad de decidir absolutamente nada.

Un político que lleva toda su vida cobrando un sueldo público, que nunca ha cotizado un solo día fuera de la política, que se encarga de desmantelar el sistema público mediante privatizaciones, y que critica lo público es un gestor intachable y un hombre de estado. Quien defiende los derechos sociales y lo público es un despilfarrador, un comunista subvencionado, un descamisado, un fascista.

Cuando no te dejas pisar ni oprimir, te conviertes en un fascista. Cuando no toleras lo intolerable, ni transiges con lo intransigible, te van a colgar el sambenito de fascista. Quien no asume el denominado marco democrático que surgió en 1978 tras el pacto con el régimen franquista es un fascista. Hay que ver cómo le han dado la vuelta a la tortilla y como la mayoría de nosotras nos la estamos comiendo sin rechistar.

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