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«Los de fuera»

Oscar Gomez

Óscar Gómez Mera

Vengo oyendo desde hace ya unos años la expresión “los de fuera”. La he oído y oigo en boca de familiares, ex compañeras de trabajo, vecinas, peatones, cuando viajo en tren o autobús o me estoy tomando un cortado en el bar de la esquina.

Las primeras veces que oí dicha expresión me sentí señalado. Pensé que se podían referir a mí. No hay nadie más de fuera que yo. Mi padre, un gallego de Allariz que cuando apenas contaba con 12 años aterrizó en Eibar, para matar el hambre como decía él, y que posteriormente puso rumbo a Suiza en busca de su dorado particular. Mi madre, una gallega de Ortigueira que marchó a Suiza en busca de lo que su propia tierra le negaba. Ambos se conocieron allí, en Suiza, y allí fue donde nació la única hermana que tengo. Abandonaron el país alpino para instalarse en Ermua, que fue donde nací yo. Fíjense ustedes si soy de fuera, que aprendí la lengua original de Euskal Herria, y digo original y no oficial ni cooficial, cuando ya tenía barba y alguna que otra cana en la misma. Y aún hoy tengo problemas con el ergatibo y los atzizkiak.

Pero no iban ni van por ahí los tiros. Los de fuera parece ser que son todos aquellos que proceden de otros países ajenos al Reino de España. Los moros, los negros, los sudacas, los pakis, los rumanos… mayormente. Toda esa gente que ha dejado su país, su familia, sus amigos, sus raíces porque se aburrían sobremanera en su casa, para venir a este paraíso terrenal que es la piel de toro, donde las condiciones sociales y económicas son maravillosas, donde los empleos son dignos y con derechos, y donde los pájaros cantan y las nubes se levantan. Porque como todas sabemos los únicos que vienen a nuestro país por necesidad imperiosa, huyendo de la guerra y el hambre, de la miseria y del horror, son los turistas. A los que deberíamos de estarles agradecidos porque dan trabajo a los camareros y a las limpiadoras de los hoteles. Que a este paso serán los únicos que tengan trabajo y quienes coticen para pagar las pensiones que nunca llegaremos a cobrar.

Los españoles primero. Porque los de fuera son los culpables de que la flor y nata de la juventud patria haya tenido que emigrar a Londres o Berlín a fregar platos y limpiar retretes mientras los moros de la morería y los negritos del África tropical curran de ingenieros o de asesores presidenciales. Los españoles primero. Hay que joderse con la murga. Aún no nos hemos enterado que desde que el 23 de agosto de 2011, cuando Zapatero y Rajoy pactaron una reforma exprés de la constitución, la poca soberanía que aún residía en el pueblo español se esfumó por arte de birlibirloque. Porque la modificación del artículo 135 (no confundan con el tan demandado 155) suponía y supone que tiene preferencia el pago de una deuda que, a mí que me registren, no he generado, antes que las necesidades de todos los españoles y españolas. Sanidad, educación, pensiones, prestaciones por desempleo, dependencia…

Reitero. Hay que joderse con “los españoles primero” y “los de fuera”. Porque ahora mismo, no sé en el resto del mundo mundial, pero en este patio de Monipodio que lleva por nombre España los de fuera somos la gran mayoría de quienes portamos un documento donde pone que somos españolas. Y muy españolas. Tan españolas somos que no hemos aprendido nada de nuestra propia historia y seguiremos repitiéndola hasta la traca final. Pero ustedes no se preocupen. Cuando tengan hambre, chupen el DNI y cáguense en los moros, en los negros y en la madre de Marco.

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